martes, 9 de marzo de 2010

Cabos sueltos

Los hechos estarían destinados a transcurrir muy rápidamente durante las próximas horas. En un punto y en otro, la tensión era viviente, palpable. Como una tormenta que se avecina, las almas estaban inquietas, rechinaban contra las paredes del cuerpo, a veces en forma de golpe al suelo o al escudo, a veces en forma de maldición mascullada entre iracundos dientes y apretadas mandíbulas…o, en el otro extremo, el alma inquieta estaba feliz, dándose al vino y a la comida, pavoneándose ante una persona atada y desarmada, o ante otra en la cual, la ira era su segundo fluido vital junto con la sangre.

En otros momentos, las almas estaban deprimidas, caídas, pero se levantaban con la fuerza de 3 inviernos, y miraban al frente, y veían su destino y su justicia. Y cabalgaban a lomos de caballos haciendo repicar las trabillas de metal, y con lágrimas en los recios ojos y con ira en el corazón, aproximándose a su destino.

Un cuerno sonó en medio del campamento, y todos los hombres salieron de sus tiendas, remendando sus ropas o bruñendo sus armas. En la casa principal, se abrieron las puertas y aparecieron el conde, vestido de batalla, y a su lado Daghas, con sus ropas y con la cara velada por un pañuelo. En infame conde habló:

-¡Guerreros, soldados! ¡Escuchadme! Ha sido descubierto un gran mal. El oficial Daghas, en quien tanto confiabais, ha sido sorprendido en acto de traición. Poseemos las pruebas necesarias para condenarlo a muerte. Pero es mi voluntad, y es justo que lo veáis como un acto de piedad y hombría, pues eso es lo que es, que el oficial Daghas se enfrente contra mí en singular combate, a fin de mantener su dignidad.-

El conde cerró los ojos esperando los aplausos. Aplausos que no llegaron. Abrió los ojos, y lo que vio fueron rostros escépticos, extrañados y enfadados. ¿Daghas traidor? ¿El conde se atrevía a retar a Daghas? Algo no funcionaba bien. Algo no era como debía ser. Si el conde retaba a Daghas…debía tener algo seguro.

El contrariado conde carraspeó:

-El combate será dentro de dos días, en la plaza central del campamento. Habrá comida y bebida para todos, y presenciaréis una lucha única. Todos sois mis invitados. ¡Así que servíos!

Dejó una sonrisa en su cara, mientras los mercaderes judíos bajaban carne, pan y cerveza a la plaza central. Cuando lo dejaron todo, se colocaron frente al conde, formando una negra barrera.

-¡Comed!- gritó el conde. Los pocos que se movieron fueron retenidos por sus compañeros.- ¡Vamos, comed!- El conde se ponía nervioso y el silencio persistía.

Glen se vio observada por cientos de ojos que buscaban una respuesta. Uno de sus capitanes se acercó.

-Mi señora, ¿Qué hacemos? No nos parece bien todo esto, y los hombres no quieren aceptar algo de una persona como…el conde.

Glen contestó reposadamente:

-Comed, es necesaria la tranquilidad para evitar la sublevación y el castigo.

-Como digáis, señora- Heik (que así se llamaba el capitán) dio órdenes a sus oficiales, y éstos a los demás, hasta que todo el mundo estaba comiendo en actitud reposada.

-Excelente, mi poder no decrece…-se dijo a sí mismo el ingenuo conde. –Ah, por cierto, soldados. Me complace anunciaros dos cosas más.

Automáticamente, los hombres dejaron de comer y se miraron los unos a los otros. Algo había, ya estaban seguros.

-Lo primero…-una polvareda se levantó ante la puerta del campamento y se escucharon los acostumbrados gritos de alto.

-Ah perfecto, me viene perfecto. Lo primero que os quería decir es que saludéis a nuestros nuevos compañeros. Hijos de oriente. Reforzarán nuestras tropas…y mi guardia personal…

Entraron a caballo unos 250 jinetes con barbas oscuras y extrañas armaduras (el herrero comentó en voz alta que era auténtico trabajado oriental, de buena factura) y se acercaron al conde. Desmontando el que parecía ser el oficial al mando, hizo una extraña reverencia al noble, y sus hombres se situaron frente a la casa mayor, portando alabardas y unas extrañas espadas curvas.

Johannes vio la oportunidad para la segunda noticia:

-El segundo comunicado es…que el caballero Thorfinn está acusado de deserción y traición, y que todo aquel que se encuentre con él deberá traerme su cabeza a cambio de una suma de dine…-

Una explosión de gritos calló al conde. ¡Eso era demasiado! ¡Primero Daghas, luego Thorfinn, ambos caballeros de virtud intachable, condenados a lucha desigual o a muerte! ¡Y además nuevos soldados! ¡Menos a repartir, por un capricho del conde!

Acto seguido, los soldados orientales cerraron un círculo en torno a Johannes brindándole protección.

-¡Esa es mi voluntad y se ha de cumplir! Ahora, capitanes, apacigüen a sus hombres para que los encarcelamientos no se sucedan. ¡Vamos!

El conde se metió de nuevo en su refugio junto con varios soldados, mientras otros hacían guardia ante el salón principal. Se había empezado a desatar la ira. Y todos lo sabían, y lo notaban.

Aquello iba a acabar mal.

Hacía años…8años exactamente…

Una figura encorvada se acercaba a un pueblo. Se echaba pesadamente sobre la grupa de su caballo. De lejos, parecía una persona herida. Viéndolo más de cerca, lo único que parecía herido era su alma…

El día llegaba a su fin, y comenzarían los meses nocturnos. Las antorchas refulgían en las casas y se escuchaban voces.

A medida que se iba internando en el poblado, el jinete se incorporaba sobre la montura y la gente lo observaba desde las pocas ventanas abiertas. Un saludo rompió el silencio.

-¡Thorfinn, viejo amigo! ¡Has vuelto! ¡Has vuelto por fin!- un hombre de pelo largo canoso y barba aún rubicunda le hablaba desde el umbral de una casa.-Pero que…-

Thorfinn cayó al barro frente a Ülver, que así se llamaba el hombre. Éste lo recogió apresuradamente y lo metió en la casa.

-¡Ilma! ¡Prepara agua caliente y una cama, rápido! ¡Y llama a Arkho, que venga lo más deprisa posible! Necesitamos su medicina-

Salió de la cocina una mujer de cuarenta y pocos años, con un cuchillo en la mano y un moño desaliñado y la cara blanquecina.

-¿Thorfinn? Por los dioses ¿Qué te ha pasado?-preguntó.

-Deja de hablar y haz lo que te he pedido. Y llama a Liam y Cormac, creo que están en los establos. Que vengan a ayudarme.-

-¡Si, voy!- la mujer puso una olla de bronce calentándose en el fuego central de la casa y corrió a por los esclavos irlandeses.

Al poco tiempo, los dos pelirrojos gemelos aparecieron por la puerta derecha de la casa, aún con las cinchas de cuero en las manos.

-Señor Ülver, ¿nos habéis llamad…? ¡Thorfinn!- Corrieron hacia Ülver y le ayudaron a subir a Thorfinn a un banco, tumbado.

-Liam, trae tela empapada en agua caliente. Y tú, Cormac, prepara la cama del cuarto de huéspedes. Este joven necesita curación y descanso. ¡Ilma!-

Al fondo, se oyó un caballo galopando hacia el norte del poblado.

-Ya ha ido a avisar al chamán, señor-dijo Liam.

Acto seguido, trajo unos retales de tela limpia empapados en agua caliente y se los colocó a Thorfinn en la frente y la nuca, y con otro le limpiaba la cara y le frotaba las manos.

-¿Ves algo, Liam?-inquirió Ülver.

-Una cura rápida hecha por manos hábiles. Pero me temo que Thorfinn no esperó lo suficiente.- sacó la tela de debajo de la nuca y vio sangre.

-Efectivamente, no está curado del todo. Pero algo más debe haber para que esté tan débil. He estado en muchas batallas, y estas heridas no son suficientes para tumbar a un hombre.-

-¡La cama está lista! ¡Llevémoslo!- gritó Cormac desde el fondo de la sala. Entre los tres hombres, llevaron suavemente a Thorfinn hasta el cuarto, y lo dejaron sobre la mullida cama de paja con mantas.

-Dónde se habrá metido esta mujer… ¡Atendedle, voy fuera a mirar!-

Los hermanos irlandeses asintieron y siguieron colocando el cuarto, mientras hablaban entre ellos en su lengua gaélica natal.

Ülver, saliendo a la calle, se dio de bruces contra la alta figura del chamán en la puerta.

-Hola Ülver. Tu mujer me ha dicho que necesitas mis conocimientos-dijo pausadamente Arkho

El chamán era un hombre maduro, notablemente alto y nervudo. Tenía la cabeza rapada y una barba espesa y gris que le llegaba hasta la cintura. Sus ojos glaucos y profundos horadaban el alma, y sus pómulos resaltaban su expresión de interrogatorio. Casi nunca se le veía sonreír, y cuando lo hacía, unos dientes extrañamente regulares y blancos sobresalían bajo su espeso bigote. Vestía una túnica larga de color marrón claro, resaltando aquí y allá detalles de dibujos en color azul. Y siempre con él, inseparable, su cayado, hecho con madera del mismo corazón de un roble y rematado por una figura tallada de un jabalí. Se decía que podía tener ascendencia gaélica, pero el nunca lo afirmó ni lo negó. Era un hombre tranquilo y solitario, en definitiva. Y tremendamente sabio.

-Hola Arkho. Si, necesitamos tu ayuda. Es Thorfinn, acaba de llegar y se ha desmayado. Necesitamos que…

-Llévame hasta él- la voz profunda del chamán-druida se metía en los huesos de Ülver y le tranquilizaba.

-Vamos. ¡Cormac! ¡Liam! Salid, Arkho quiere ver a Thorfinn-ordenó el señor de la casa.

-Liam puede quedarse. Tienes nociones en el arte de la curación ¿no?-preguntó Arkho.

-Si señor.-

-Pues me ayudarás y así tú también aprenderás. Cormac, tú avisa al Thing. . Creo que aquí ha pasado algo más que lo que se ve.

-Sí, chamán- Cormac salió a toda prisa hacia la casa principal.

-Bien Ülver, si nos disculpas, tenemos mucho que hacer. Si pudieras traernos cerveza y algo de comida, te lo agradecería-dijo Arkho.

-Desde luego, amigo, ahora mismo.-

-Bien. Empecemos a verle- Arkho cerró suavemente la puerta de madera, y sólo s escuchaban murmullos quedos. Al poco, Ülver se acercó a la puerta junto a Ilma, llevando pan, carne, leche y cerveza. Liam abrió con las manos manchadas de sangre y la preocupación en los ojos. Agradeció silenciosamente la comida y volvió dentro.

El señor de la casa se sentó pesadamente en un banco del salón, y a su lado se sentó su mujer.

-Querida Ilma, ¿qué habrá pasado?-preguntó tristemente el viejo guerrero.

-No lo sé, esposo. Pero confiemos en Liam y Arkho-rascó el pelo canoso de su marido- Vete a descansar, te avisaré si pasa algo. Mañana debes estar despejado par ir al Thing-

-Gracias querida-Ülver dio un cariñoso beso en la frente a su mujer. Pronto volveré a relevarte, sólo necesito descansar un poco-

Cerró la puerta del dormitorio, e Ilma se quedó sola en la silenciosa casa, mirando la puerta del dormitorio de huéspedes.

Por los infiernos de Hela, ¿qué había ocurrido?



hala, quedaos a gusto!! por cierto, el thing era el consejo regional. una cosita mas que sabeis.

nos vemos!!

2 comentarios:

Luz dijo...

:DDDDDDDD me ha encantado!!! Esto se pone muy interesante!! Qué pasará con Thorfinn? Y con Dhagas? Y quiénes son esos orientales odiosos?? xDD y lo más importante...cuándo escribirás más? :D

Luz dijo...

Daghas, que se me han ido los dedos! XDDD (míralos, por ahí van...!!!)