viernes, 18 de julio de 2008

Cap II (3º parte)

La rodilla de Glen se hincó en la tierra. Sus fuerzas empezaban a abandonarla. Dias y dias de privaciones, de agobios, de batallas (ya sean contra el enemigo, o contra su esposo que se oponía a la lucha, o contra sus padres que le pedían una pronta vuelta a casa para continuar sus estudios de magia séid*) empezaban a hacer mella en su persona. ¿Por qué?-se preguntó-¿Por qué debe ser ahora, en el momento definitivo, donde las fuerzas me flaquean?. Con un esfuerzo sobrehumano, se puso en pie, mientras aguantaba, filo contra filo, vida contra vida, la embestida de uno de los principales oficiales del pútrido ejército, decidido, en cuerpo y alma ( si es que esos malditos tenían alma) a acabar con la vida de la caudilla, que tantos quebraderos de cabeza y tantas bajas le causaba.

Una voz, que parecía salir de lo más hondo de las profundades, habló en el casco:
-Joven Glen...Glen Hviti, ¿por qué te metes en asuntos de hombres?¿ No sería todo más fácil si volvieses a tu casa con tu esposo y te dedicases a las labores del hogar, como toda mujer debe hacer?- el bronco bramor de las armas hizo que su risotada se perdiese en el viento, al tiempo que acortaba las distancias con el rostro de Glen y exhalaba su pútrido aliento sobre su piel manchada de barro y sangre.
-Pobrecita Glen...terminar tus días en un apartado y recóndito lugar de Suecia*-rió la armadura- Pero debes terminar aquí...¡ahora!
El empellón propulsó a Glen hacia atrás, mientras el gerifalte se abalanzaba sobre ella.

Craso error.

Con un felino movimiento, Glen se apartó de la trayectoria de la hoja, dejando el cuerpo de su contrincante a su derecha, totalmente a su merced.
- Haz tus juicios, cerdo- dijo Glen a pocos centímetros del casco. No hubo tiempo para responder. Con un rápido giro, Glen clavó la punta de su espada entre los huesos del codo de su atacante, quien se vio en cuestion de milésimas de segundo con un brazo desgarrado colgando inerte de un fino nervio.
Tampoco hubo tiempo para gritos. Con la misma celeridad, Glen atravesó la espalda de su adversario, de norte a sur, sin miramientos, en una desgarrante cicatriz que revelaba a la vista los misterios del interior del cuerpo humano.
Con los ojos desorbitados, mezcla de cólera y sorpresa, el petulante oficial se llevó el brazo que le quedaba a la abierta espalda, antes de desplomarse con un ruido sordo sobre su sangre y sis vísceras.
Glen lo contempló fríamente, con la mirada del trabajador que ha realizado su labor con éxito. Mas no existió el tiempo para celebraciones. Antes de que su vista se nublase, salió despedida hacia parte de sus soldados, perdiendo el conocimiento durante unos segundos. Cuando volvió en si, giró sobre sus tambaleantes talones para ver quién se había atrevido a ese cobarde ataque. Y la visión de aquello le hizo enmudecer. Un hombre, quizás in Titán, se acercaba a ella, con un hacha entre las manos. Glen no podía tenerse en pie. El cansancio, la fatiga, el esfuerzo, hacían que cayese sobre sus bellas piernas, y apenas podía tener la espada y el escudo. El casco le pesaba, las muñecas se le habían abierto con el prolongado ejercicio de cercenar cabezas y miembros. No podía hacer nada.

El titán sonrió de manera bravucona. Poco trabajo. Y fácil. ¿Esa era la increíble Glen?
Enmudeció. Los ojos de Glen revelaban un fuego y una fuerza que su cuerpo era incapaz de corresponder.
Bueno. Debía cumplir órdenes de sus jefes. Bien le importaba poco a quién matar, con tal de ganarse unas miseras monedas. Levantó su hacha, pero unos toques en la espalda le despistaron.
- Amigo...-escuchó a una voz profunda tras él- ¿que tal si la dejas descansar y peleas con alguien que esté más fresco? Seria más justo ¿no crees?
El gigante se volvió a su espalda, y vió a un hombre, que apenas le llegaba al pecho, apoyado sobre una enorme maza de acero y esbozando una siniestra sonrisa. Su pelo, que debería ser de un rubio ceniciento, estaba velado por las manchas propias de la batalla. Sus manos encallecidas y su coraza abollada le daban, junto con su barba, un aspecto casi animal.
-Daghas, repón a Glen de sus heridas. Mañana debe estar fresca para partir al oeste, aunque creo que si le damos más de 15 minutos se irá ella sola a pie-sonrió. Al lado de Glen se materializó una figura de complexión fibrosa, envuelta en negros ropajes que ocultaban su rostro a los demás. Sus dagas, colgadas al cinto, exhibían orgullosas las marcas de sangre y carne. Daghas se volvió hacia Thorfinn y asintió en silencio. Cargó con suma delizadeza a Glen sobre sus hombros y entró en el fuerte.
-Veamos que dice el señor-susurró en dirección a Thorfinn.

Ahora, un círculo de guerreros rodeaban a la desigual pareja, que mostraban sus armas danzando lentamente en círculos.
-Intentabas lastimar a mi hermana, ¿verdad?- susurró con voz queda y fría Thorfinn- Además a traición, cuando estaba más debilitada- El gigante vio aparecer unos dientes apretados tras la espesa barba trenzada. - Pues una cosa has de saber, hijo.-prosiguió- Antes tendrán que trocearme y enviar mis trozos en una piel de cabra hacia el mismo nacimiento del sol, para que tu puedas siquiera rozar un solo cabello de MI hermana -dijo recalcando el "mi".- Veamos de qué estás echo, maldito cerdo- y chocó los nudillos recubiertos de malla y placas de acero sobre la cabeza del martillo, dejando oir una nota cristalina y nítida por todo el campo de batalla.

-¡Comenzemos!


Hasta aqui! Próxima parte, el desenlace! Disfrutaaaaaaaaaaaad!

Séid(magia)* Magia cercana a la druídica, que por lo general, sólo le era revelada a las mujeres.

lunes, 14 de julio de 2008

Cap II (parte 2)

El mazazo de Thorfinn fue la chispa que prendio en la hojarasca. Como el rayo que cae sobre el arbol muerto, para luego consumirlo en sus llamaradas y traspasar su destrucción a otros lugares, las armas entrechocaron. Los amigos se colocaron al lado de los amigos, los hermanos junto a los hermanos. Y al frente de todos...Glen. Desgarrando carne y hueso, ofreciendo un sangriento sacrificio a las disas* y a los áses*. El hierro en la mano, la sangre cubriendo su rostro y la mandíbula apretada cada vez que bajaba su mortal filo contra el enemigo. No había piedad, y ellos no la tendrían con los defensores. ¿Para qué pararse a pensar que sería de aquellas almas, si apenas 100 juntas valdrían lo que vale medio hombre de los suyos?

Los miembros caían las cicatrices se seguían unas a otras hasta abrir por completo un cuello, desgarrándolo en casi su totalidad, dejando escapar la vida en forma de borbotones púrpuras que caían sobre las blancas manos de Glen y de sus hombres.

Para variar, no se sabía dónde se encontraba Daghas, sólo se atisbaban fulgores de hojas tras los enemigos, y un pelo negro que desaparecía al instante, para aparecer, en apenas segundos, en la otra punta del campo de batalla, segando la vida de otro infeliz.
Imposible de detectar, de apresar, de apenas percibir, el entrenamiento de Daghas se basaba en una percepción total del entorno, hacerse parte de él, y desplazarse con rapidez inusitada. O quizás, ni siquiera se desplazaba, sino que simplemente, ya estaba alli.
Ciertamente, un aura de misterio rodeaba la figura del respetado, a la par que temido, guerrero silencioso. Apenas hablaba con nadie (solo con su compañero Thorfinn, a quienes algunos le atribuían el estatus de hermano de Daghas. Algo que no se alejaba mucho de la realidad) Siempre en silencio, con un sarcástico y fino sentido del humor, iba envuelto perennemente en ropajes oscuros, quizás como símbolo de su anonimato.
Pues allí se encontraba Daghas. Girando como una mortal peonza. La puñalada que no se dirigía al cuello, se dirigía a los órganos vitales, perfectamente localizados por el oscuro guerrero. Las muertes eran rápidas, silenciosas y efectivas. Extremadamente efectivas. Y la verdad, su estilo de lucha se diferenciaba bastante del de su "hermano" Thorfinn.

Y tanto que se diferenciaban. Mientras Glen luchaba apasionadamente, combinando buenas técnicas con su proverbial agilidad, Daghas aparecía y desaparecía de entre las filas del enemigo. Thorfinn aplicaba su propio método. La destrucción en masa.
Ya se alzaba sobre un montículo de destrozados cadáveres, algunos de sus hombres, caídos honorablemente en una batalla, pero la inmensa mayoría pertenecían al infecto invasor. Su maza hondeaba de un lado para otro, destrozando cráneos y torsos, salpicando de sangre sus barbas y pelo, empapándo su armadura con los efluvios de demoníacos e infieles seres.
Miraba cada poco hacia Glen. SU querida amiga...hermana Glen...sentía en su interior que debia vigilarla y preservarla, pero también sentñia que no era una mujer indefensa, que era una guerrera, a ojos de todos. Sabía defenderse y atacar con vehemencia, pero aun así, la preocupación de Thorfinn era latente.
Terminó de desmembrar a un enemigo de un mazazo en la parte izquierda del pecho y se dispuso a bajar del montículo de cadáveres que había creado a sus pies.
Nadie, jamás, osaría hacer daño a Glen, su hermana, mientras el estuviese vivo. Jamás.


Despuñes la 3 parte del relato! Espero que te guste, y al menos, comentalo un poco.

YERG!

domingo, 13 de julio de 2008

Hola?

Vaya..esto esta desierto. Si podeis decirme algo, os lo agradeceria. Mucho

miércoles, 9 de julio de 2008

Cap II: La batalla nocturna

No hizo falta nada para indicarlo. Casi al unísono, guerreros tanto de un bando como de otro, dispusieron sus armas, entrechocándolas con sus escudos, con sus gargantas rugiendo al cielo donde los dioses verían una batalla como pocas se verían en el Midgard*. Los pechos, abombados de tomar aire para rugir, hacían que las trabas de las armaduras tintineasen. Los cuernos sonaron, advirtiendo a hombres y dioses inmortales que tal era la magnitud de la lucha que se iba a desatar sobre las devastadas tierras de Steinar.
El putrefacto ejército del Traidor* agitó sus rudos escudos y lanzas ante la promesa de una sangre nueva. Al frente de ellos, varios ulfserkrs* mordían al aire e intentaban desgarrar imaginarios jirones de carne. Sucios, desaliñados, vestidos únicamente con taparrabos, o en muchos casos totalmente desnudos, exibían en sus cuerpos las marcas de latigazos, de golpes de espada, horrendas cicatrices, que ante los ojos de los defensores, les negaba su condición humana, relegándolos a infectos animales rabiosos, deseosos de carne y sangre.

Pero su intento de amedrentar al ejército opuesto se vio sofocado por las respuestas de los honorables defensores del baluarte de piedra y madera. Los cuernos retumbaron e hicieron temblar la tierra. Los gritos salieron de sus gargantas, todos preparados para salir por las puertas a fin de acabar con esos indeseables. Y al frente de todos, con una rabiosa mirada, las fauces abiertas y mostrando el filo de su espada como única salida, estaba Glen. La gran Glen Hviti, la jefa de todos aquellos guerreros que darían su vida para desterrar aquella oscuridad del mundo. Puede que hubiese Valhalla. Puede que no. Eso no les importaba. Lo realmente importante era la extirpación del mal de aquellas tierras, el fin de las amenzas, de las matanzas, de la quema de bellos parajes a manos de aquellos que habían negado la humanidad de sus vidas.

-Odín nos proteja- dijo Thorfinn, antes de introducirse en una profunda plegaria al panteón de los nórdicos.
Los hombres le miraron con respeto. Siempre,antes de una batalla, se embarcaba en una meditación a los dioses, pidiendo, suplicando, en su infinita justicia, un buen final y una buena muerte en la batalla.
Su voz se elevó:- Que Ásathor dirija nuestras espadas, que Odín vigile nuestras lanzas, que Njïord aguante nuestros pies, que nos acojan en su reino...
-¡Y que las walkyryas tengan preparados sus pechos para nosotros!- gritó Daghas.
Estó desencandenó a hilaridad general en el grupo de agerridos luchadores. Glen los miró con una sonrisa. Los guerreros eran su auténtica familia. Y por encima de ellos, estaban Daghas y Thorfinn. Éste último le miró con una mirada, mezcla de apoyo y preocupación.

-Tu dirás, mi señora- susurró Daghas.

-...¡MATADLOS!- se oyó al otro lado de la empalizada.
-¡ADELANTE!- rugió Glen.

Las puertas se abrieron. Los luchadores se miraron. Pasó un pequeño lapso de tiempo, midiéndose, calibrando las fuerzas. Y entre todos ellos, apareció Thorfinn, rodeado por un aura sobrenatural.
-¡Impios!- gritó. Su maza fue descargada sobre la cabeza del primer combatiente del infecto ejército, resquebrajándola y, finalmente, reventándola, dejando una nubre de sangre y esquirlas de hueso, a la vez que dejaba paso a Glen y Daghas.

-¡Venid aqui!- fue la última palabra que se oyó, antes de que la sinfonían de armas, escudos y rugidos se aduañase del ambiente...

Esta es la introducción a la batalla. En la próxima...¡SANGRE!

Saludos!

domingo, 6 de julio de 2008

Capitulo II. Lucha en Sveinar

Y el cielo se cerró.

Plomizo y amenazante. Se levantó una suave brisa, moviendo los cabellos dorados de Glen, al compás de un ritmo que provenía de la misma misma Madre Tierra, Glen inspiró: el olor de la hierba mojada, de la madera, de la tierra, las piedras, el agua, el aire...todo inundaba sus pulmones y su alma, recordándole días de sol, de felicidad, de risas. Sonrió levemente, mostrando parte de sus pulcros y blanquisimos dientes. Miró a poniente, donde, entre los árboles, el Sol daba sus últimos coletazos mostrando su poder sobre la tierra y los hombres. Sonrió a Glen, paseando por sus delicados y a la vez regios rasgos, acariciando la piel encostrada de sangre y barro, pero aun asi, suave y delicada, a excepción de algunas cicatrices que le conferían un encanto especial. Era el momento.

Tras de ella, apenas a 5 metros de distancia, Thorfinn miraba embelesado el espectáculo. Nadie más miraba, tal vez como respuesta a la autoridad que sobre ellos ejercía la poderosa Hviti. Pero Thorfinn conocía a Glen antes que ellos. Podía permitirse el mirar.
Los dioses le permitían luchar hombro con hombro. Pero un muro se elevaba entre ellos. Por una parte, su esposo, y a la vez señor de Thorfinn en esas circunstancias (aunque él no lo consideraba su señor en absoluto) en aristócrata Johann, un danés residente en Francia y, por lo tanto, ablandado por sus costumbres. Otra parte era su juramento de fidelidad y su honor para no traicionar a sus amigos Y la última...consideraba que las cosas debían seguir como estaban Se veía como un elemento más dentro de un ejército, y debía en muchas ocasiones contemplar el deber por encima de la amistad. Debía mantenerse firme ante todo. Estos pensamientos los consideraba con su mejor compañero y amigo, Daghas, que le respondía con sabios y buenos consejos.

Admiraba el potencial rival en silencio, sin dar muestras exteriores. Había sabido interiorizar sus sentimientos, fría y calculadamente, para que ello no le impidiese ejercer su mando sobre aquellos hombres.

-Hermano- susurró a su lado Daghas- debemos prestarnos a la lucha.
-Siempre estoy listo-contestó con su ronca voz el guerrero- No pasarán por mi maza sin haber devuelto su maligno espíritu a las entrañas del Niphelheim*

Las lanzas se formaron, los espíritus se agitaron, los músculos se tensaron en torno a las armas. Todos listos. Con valor, con fuerza, con coraje y entrega, todos defenderían el baluarte y sus propias vidas frente a los desgraciados servidores de Loki.

La voz de Glen se elevó: -¡Guerreros! Jamás pisarán uno solo de nuestros cuerpos muertos sin haber segado 10 vidas por cada uno de nosotros. ¡Valor!

El cuerno sonó. Tronó.

La batalla comenzó.


Valhalla*: Morada de los caídos en combate con honor.
Niphelheim*: Nuestro infierno cristiano, pero sin llamas ni fuego, sino como un país helado. Está regido por Hel, hija de Loki, mitad blanca y mitad negra. Desde allí, se levantarán los no-muertos comandados por Loki el día del Ragnarök

Proxima entrada: ¡La batalla!

Disfrutalo. ;)

viernes, 4 de julio de 2008

Saga de Glen Hviti

Bueno, estos relatos serán la "Saga de Glen Hviti". He tomado la decisión de crear una saga. ¿Por qué? Porque me da la gana, principalmente. Eso es lo que hay. Ahora, sigamos. Intentare poner a menudo una entrada nueva, aunque obviamente habrá dias que no pueda.
En fin, allá va.

Cap I (continuación)

Poco se oía en el campo de batalla y en el baluarte. La tensión se mascaba. Los del fuerte estaban deseosos de salir a combatir de una vez por todas, de desterrar de esas tierras al mal personificado. Malditos sean todos.

La mujer-guerrera continuó:

- Habéis arrasado tierras, matado familias, ganado...os creéis fuertes. Os creéis invencibles. ¡Gran falacia es esa!¡Gran mentira para ocultar vuestro temor!He visto, presenciado...he vivido horrores que harían temblar al hombre más aguerrido. He salido a negras simas a combatir a todo aquel que me retaba y se atrevía a deshonrar mi nombre. ¡Todos han caido bajo mi filo!¡Nadie quedó para velar sus repugnantes cuerpos! Y ahora vosotros...inmundos...¡indignos!¿os atrevéis a retarme?¿a combatirme en mi terreno? Os obligo a volver a vuestras cuevas, a vuestros acantilados, donde la mano de los dioses os pueda atrapar y no dañar a nadie.

Sus pómulos estaban encendidos de cólera. El pelo, pegado a la cara, le confería un aspecto animal. Sus largas piernas la sostenían sobre un suelo de cadáveres, sangre y piedra. No flaqueaba. No cedía. Inamovible, como una montaña, como las rocas. Nunca abandonaría.

Una mano se posó en su antebrazo. Se giró lentamente para contemplar al poseedor de esa mano cálida y ruda. Sus ojos se posaron en los de Thorfinn Sterki. Unos ojos que inspiraban calma y furia al mismo tiempo. La barba hasta el pecho estaba trenzada para evitar que se enrredase. Portaba una maza enorme, y el yelmo, desvaído tras batallas y golpes, colgaba en su cinto. Un hombre. Simplemente un hombre, a miles de kilómetros de la dignidad, la potencia y el carisma de Glen. Pero la ayudaba. Directa o indirectamente.
Simplemente la miró. Y retiró la mirada, paseándola por el ejército enemigo. No podía mirarla directamente. Otras cosas ocupaban su conciencia. Y, a decir verdad, le costó lo que los dioses no han escrito el tocarle el brazo para calmarla y enfriar su cabeza. SU furia le obcecaba.
-Mi señora- digo Thorfinn con voz profunda- vuestro esposo-(al hacerlo, un fugaz rayo de dolor pasó por los ojos de Thorfinn)- está planificando vuestra huida. Debéis sobrevivir para poder seguir dirigiéndonos. Se que no es vuestro carácter...y nunca será vuestro el huir en la batalla. Pero vuestro esposo Johann os lo pide. Ha empaquetado vuestras cosas.

El odio empezó a aflorar en los ojos de Glen. Thorfinn sentía como aumentaba su ira. Y se sinceró con ella:
-No huyáis, mi señora. No nos dejéis. Le necesitamos. Luche. Haga lo que ha echo toda su vida.-la mirada de Thorfinn se fue iluminando- ¡Luche!¡Que huye quien quiera!¡Vos habéis estado luchando toda vuestra vida!-y ahora, en tono más bajo, prácticamente inaudible- por su honor, y por el de todos...luche.

Glen le contempló. Las anchas espaldas, sus cicatrices, los nudillos blancos apretados en torno al mango de la maza, y el pelo largo y rubicundo cayendo sobre sus hombros, formando bucles, con costras secas de sangre, tierra, asi como su cara teñida de ocres reflejos, mirando a lontananza... daba sensación de seguridad a la joven guerrera. Asi había sido siempre.

-Mi señora-prosiguió Thorfinn- llamaré al noble Daghas. Ni el ni yo os dejaremos. Jamás. Ya lo sabéis, mi señora.

Glen sonrió. Thorfinn y Daghas, el primero un simple guerrero de hondas convicciones.El otro, un ágil luchador, maltratado en su tierra pero con una fortaleza y una nobleza digna de los dioses. Sus valedores. Sus protectores.

Oyó la voz de Daghas. Susurrante. Segura. Fuerte.
-Mandad el ataque. Estamos listos...


Próxima entrada, espero que pronto!

jueves, 3 de julio de 2008

Mini-relato 1

Caía la tarde sobre el destrozado campo de batalla. Los muros de piedra y madera se mostraban sajados y destrozados frente al inmundo ejército que los asediaba. Pero resistían. Débiles pero resistían. Como los del fuerte.

No era una compañía muy grande. Tal vez 150* hombres, todos ellos libres y capacitados para resistir el embate de las rabiosas hordas de desdichados que, desde el otro lado, no cejaban en su empeño por destruir uno de los pocos puntos que se les resistía. Hartos de su valentía, de su honor, de su honestidad...no soportaban ver lo que ellos habían negado de sus vidas, por esos se empeñaban en sumir al mundo en un caos de deshonra y destrucción. Pero no podrían mientras este punto y sus valerosos ocupantes resistiese.

Y al frente del grupo asediado estaba una de las mujeres más notables de todos los tiempos en tierras escandinavas: Glen Hviti. Unos decían que descendía de las mismas walkjrjas. Otros que su padre era el mismísimo Allfödr*, o quizás Ásathor*. Poco sabían de esa mujer que los comandaba de victoria en victoria, siempre con el ideal de un mundo donde reinase el honor. Eso repelía a los malditos...la conciencia, lo que ellos habían asesinado en sus vidas.

Glen Hviti. En realidad ella también sabía muy poco de su familia original, por haber desaparecido cuando tenía pocos años de edad, siendo posteriormente acojida por una familia de nobles galenos de Throndheim. Pero su pasado estaba forjado a fuego y hierro. Desde pequeña luchó contra todos y contra todo, encontrando por fin su lugar al frente de estas tropas. La lucha era su vida, la sangre del enemigo era su trofeo. Era una mujer-guerrero, de las que poco abundaban en esas regiones tan alejadas de Suecia, colindantes con Finlandia.
Su mano goteaba sangre del ultimo enemigo abatido. Su escudo se encontraba abollado y teñido de reflejos ocres, su casco estaba desgajado. Su rubio pelo brillaba con las tonalidades del oro y con la oscuridad del barro y la sangre. Su espada, mellada después de tantos golpes, aguantaba deseosa de otra batida.

Desde lo alto de la muralla, habló:

-¡Hijos de Loki! Desterrados por vuestros aborrecibles crímenes, sin conciencia, sin honor, sin honra ni dicha. Vosotros, que intentáis sumir al mundo en las tinieblas del caos, que tratáis en vano desterrar las virtudes de los dioses de estas tierras, desde Finland a Jakobsland*. Yo os digo:¡jamas caeremos!¡no ha nacido el sol para ver caer un baluarte de la valentía!¡no habrá día siguiente para vosotros! Los dioses se han conjurado en vuestra contra. Vuestro infeliz general nada puede hacer. Porque nosotros no caeremos. Jamás. Y yo no pienso darme por vencida...

*Explicaciones:

150* Los números en lo que nos refiere la historia, cuando eran escritos en tratados y sagas tenñian una peculiaridad. Los 150 normalmente eran 100 o bien 200.

Allfödr*: Odín
Ásathor*: Thor de los Ases ( los Ases son los dioses)
Jackobsland*: Tierra de Jacobo= Tierra de Xacobo= Tierra de Santiago= Lo que hoy en día es España y lo que antes era las tierras de galaicos, suevos, astures etc

Próxima entrada pronto!

El primer paso

En fin, pues me cree un blog. Principalmente para escribir lo que yo quiera y compartirlo con quien quiera. Y poco mas, ya os ire contando.
Un saludo!!!!