martes, 9 de diciembre de 2008

La búsqueda (V)

Ató a su caballo a un tronco y se acercó a la lápida tallada. Lentamente, se arrodilló en el suelo y quitó, con su mano enguantada en cuero, la nieve que se había posado sobre las runas en la piedra.
Poco a poco, fue descubriendo un nombre que había permanecido durante 8 años tapado. El dibujo de las runas fue apareciendo ante él. Con emoción contenida, leyó la lápida.
“Aquí yace Mjálgarah, hija de Thorin y Maär, para su descanso junto a su hijo no nacido.”

Siguió leyendo abajo:

“Su esposo Thorfinn juró venganza. Sea hecha la voluntad de los dioses”

Una solitaria lágrima recorrió el curtido rostro del guerrero. Todavía recordaba (cómo olvidarla) la noche del ataque.

Las casas ardían. Un humo blanco y espeso se elevaba en el aire, junto a los gritos y el chocar de armas.
Nadie sabía de dónde habían salido, ni quiénes eran. Los hombres del conde estaban degollados, vertiendo sangre en el suelo y formando charcos, barro y propiciando resbalones.
El fuego fue extendiéndose rápidamente entere los tejados de paja de las casas, hasta que, en unos pocos minutos, el pueblo ardía por todos los lados.
Los miserables atacantes, vestidos con negros ropajes, portaban antorchas que lanzaban sobre las casas, mientras otro grupo echaba haces de hierba verde sobre el fuego de la plaza, creando humo, en el que se amparaban para atacar.
Todos los habitantes, ancianos, hombres, mujeres y niños, luchaban contra el fuego o contra los bastardos asesinos.
Armados con palos, cuchillos, espadas…hasta piedras, intentaban rechazar lo irrefrenable. Thorfinn luchaba a brazo partido, con su maza empapada en sangre y sesos. Ya tenía a cinco a sus pies, aunque no tenía descanso. Un rápido giro voló por los aires la cabeza de un atacante, haciendo un arco horizontal de izquierda a derecha. Miró a su alrededor, buscando a su mujer, y la vio al fondo, al lado del fuego, tumbando de un certero cuchillazo en al yugular a un maldito.
Thorfinn se sentía orgulloso de ella. Luchaba con todas sus fuerzas, maza en mano, por su hijo, por su mujer y por él. Uno tras otro, los enemigos caían bajo el furioso cuchillo de su mujer.

Pero, en un instante, un fuerte golpe en la cabeza hizo tambalear al guerrero. Antes de que todo se volviese negro, vio la silueta de su mujer, Y, tras ella, una acechante figura, a su espalda , empuñando una espada para caer sobre la desprevenida mujer.
Thorfinn no pudo gritar. No pudo moverse. Solo vio negro.
Y después, silencio.

martes, 4 de noviembre de 2008

La Busqueda IV

Una mañana clara. Un dintel de una puerta, en una verde finca, arada por hombres y mujeres. Primavera avanzada. La vida se respira. La conversación es amable, entre amigos. Dentro, una mujer teje ropas pequeñas.
Se está bien aquí.

- Si Rohl, los ataques se intensifican. No creo que estemos seguros aquí.
- Si, pero Thorfinn, ¿a dónde vas a ir con tu mujer encinta? Los caminos son largos y peligrosos. Hace un tiempo que la región ya no es como era antes, y eso me preocupa.
- Ah, no te preocupes Rohl. Vamos con un grupo de comerciantes del sur. No hay peligro. Tendremos cobertura, y además no somos los únicos que vamos. Los de las fincas colindantes también. Así que los Hurrfiger y los Onünd vendrán con nosotros, junto con sus esclavos. Seremos bastantes.
- No se, Thorfinn, no me fío…
- Descuida amigo. Tanto Mjálgarah como yo estaremos seguros. Además llevo la maza de mi padre. Siempre le fue bien con ella.
- Odin te oiga ¿Cuándo pensáis partir?
- Mañana temprano. Vamos a unos kilómetros de aquí. Hay una aldea segura.
- ¿Y tus tierras y bienes?
- He llegado a un acuerdo con el conde Tréhol Larsson. Su hijo se hará cargo. Cómo se llamaba…
- Johannes.
- Si, Johannes Tréholsson. Protegerá las tierras de la comarca. Mis vecinos también han llegado a acuerdos con él.
- Por cierto, me han dicho que va a casarse ¿es cierto?

Thorfinn despertó en la fría nieve, mientras su caballo le movía con el hocico, preocupado.
Mil demonios. Un desmayo. Se lo advirtió el médico que le atendió. Recordando el remedio, cogió de una de sus faltriqueras un pequeño bote con líquido rojo, del cual ingirió un sorbo.
La recuperación fue instantánea. Maldita magia druídica, sabían lo que hacían. Montó en su caballo y se dirigió el desvío que le llevaba a la aldea de Iormann.
Después de 8 años de exilio, volvía a aquel lugar.


-Y bien, mi buen comerciante, ¿qué me traéis?
El conde Johannes sonreía con avidez, y su mueca fue devuelta por otra idéntica en la cara del comerciante.
- Traigo telas, joyas, vino y pieles. Lo que un conde de vuestra estirpe debe tener.
- Sí- Johannes suspiró. En la tierra de los francos tenía toda clase de lujos, pero aquí solo hay barro y hombres.
- Dejémonos de idioteces, Johannes, sabes a qué he venido-increpó el comerciante.
- Lo se, mi avieso amigo.
- Mis bienes a tu nombre. Qué hay de ellos.
El conde sonrió malévolamente.
- Produciendo ininterrumpidamente, querido Mystaryk, y protegidos por mis hombres.
- ¿Y…?- Mystaryk le miró inquisidoramente con sus pequeños ojos oscuros.
- Sin problema, amigo. Sin problema
- Excelente.
Era extraño para quien pasase por allí, pero parecía que el mercader controlaba, de alguna manera sospechosa, al apocado conde.
- ¿Tus hombres…?-preguntó el noble
- No saben nada. Es un trato entre tú y yo.
- Bien. Espero que así sea.

Mientras, en el campamento, Daghas hablaba un momento con Glen tras la herreria.
- Sin extraños estos comerciantes. Por lo general, se pararían en el centro del campamento y empezarían a vender. Pero estos están…¿montando guardia? en la sala principal.
- Sí, es extraño- contestó Glen- No es muy normal…
- Voy a ver qué averiguo- sonrió Daghas guiñando un ojo a la guerrera y, antes de que ésta pudiese decir nada, desapareció.


Thorfinn caminó penosamente contra el viento y la nieve, por un camino semioculto por la maleza.
Todo lo que se veía en el pueblo era desolación y ruinas. Las piedras de las casas estaban ennegrecidas, y la maleza tapizaba el suelo, bajo un cielo gris y amenazante.
Su corazón se fue encogiendo con las visiones de la fatídica noche en la que aquel poblado de refugiados cayó. Siguió caminando por las desoladas calles, hasta un humilde cementerio.
Allí, cubierta de nieve y contra el viento, estaba la tumbad e su mujer y el que debería haber sido su hijo. Unidos para siempre.
Una tumba sola.
Y fría.

martes, 28 de octubre de 2008

La Búsqueda ( II )

-¿Cómo que se ha ido?-gritó Glen-¿Porqué, cuándo, con el permiso de quién?
-Mi señora, calmaos-dijo quedamente Daghas.- Si lo ha hecho, creedme que era en extremo necesario.
-¿Necesario?¡Aquí es necesario!¡Cuando vuelva, será rebajado de rango, arrestado y…y!- Glen se derrumbó en el suelo, sollozando quedamente. Daghas puso su reparadora mano en el hombro de la guerrera.
-No os preocupéis mi señora-dijo-Su búsqueda no puede retrasarse. No pidáis lo que todavía no comprendéis- Glen le miró escrutadoramente- Ah, y levantaos. Debéis descansar, pues mañana los aguardan más trabajos- Daghas sonrió afablemente- Vamos, dormid.

Glen recuperó la compostura y, con un breve saludo, se retiró a sus aposentos, mientras Daghas la seguía con la vista…
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A muchos kilómetros de allí, una figura de anchas espaldas llevaba por las riendas a su caballo, con la poca luz que les brindaba el joven amanecer.
Dejaban solitarias huellas en la nieve, que caía blandamente en el silencioso bosque, tiñéndolo todo de su puro color. Las cadenas hacían ruido al chocar contra las piezas de su armadura. La cabeza la llevaba cubierta con una capucha blanca, y sus barbas, llenas de escarcha y cayéndole hasta el pecho, se movían al ritmo de su paso.
Las lágrimas caían silenciosamente por la cara del guerrero.

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-¡Caravana aproximándose!- El grito del centinela se oyó en todo el campamento, haciendo salir a todos los hombres de sus tiendas, y provocando las quejas del conde por la agitación.
Un capitán, Horadsson, salió con cinco hombres a su encuentro.
-¡Alto!- el grito retumbó en todo el bosque, y la caravana, de apenas tres carros, se detuvo.
-Quienes sois, de dónde venís y que queréis.¡Rápido!-Horadsson era conocido por su férreo carácter.
-Tan sólo somos comerciantes que venimos desde el sur, desde tierras donde el sol quema el suelo y vivieron los profetas de Jerusalén.- contestó el que parecía el cabecilla.
-No conozco esas tierras ni esos profetas, pero registraremos vuestra caravana ¿sí o sí?-increpó el capitán.
-Como gustéis- el cabecilla se echó a un lado y los soldados registraron la caravana, mientras el capitán se encaraba con el jefe de los ocho comerciantes.
-Ya tuvimos un altercado con unos comerciantes, hace 3 años, en Fyrdyrfalki. Más os vale que digáis la verdad…-y acarició el pomo de su espada.

Al cabo de 15 minutos, los soldados volvieron. No había nada que temer.
-Soldados, esperad aquí. Voy a hablar con el conde.

Mientras tanto, los semíticos comerciantes miraban distraídos hacia el campamento, contemplando los muros y el humo elevándose.
Al cabo de un rato, el capitán, acompañado de 5 hombres y el conde, salieron de nuevo.
-Bienvenidos, amigos extranjeros-dijo el conde frotándose las manos llenas de lujosos anillos- Entrad.
Los comerciantes dijeron algo en su lengua y se pusieron en marcha. El conde se acercó al jefe de todos.
-Mi nombre es Johannes Tréholson, y soy el jefe de este campamento. ¿Y tú eres?
-Mystaryk, jefe de este destacamento de comerciantes-dijo vagamente el moreno mercader.
-Bueno, como veréis, aquí entrenamos a diario, y siempre algo de este tipo es una sana distracción.

Pasaban al lado de Daghas, que entrenaba a sus hombres en el arte de atacar sin ser visto, y el conde dirigió una mirada asqueada al guerrero, que le mandó una sonrisa a modo de burla.
-Aunque no siempre todos son de confianza- susurró el mercader, que apenas miró de reojo, lo justo para recordar una cara.

La comitiva llegó a las puertas de la sala principal, y ante la explanada, Glen entrenaba a sus hombres con escudo y espada. Sus hombres la trataban como a un guerrero más, y se sentían honrados de tenerla como maestra.
-Y bueno, esta es mi…-Johannes puso una mueca de asco y superioridad- mujer, que como veis, hace cosas de hombres.

Aquí, el judío abrió muchísimo los ojos, pues posiblemente, jamás había visto una mujer igual. Pero su admiración se convirtió en desprecio, cuando Glen se acercó a saludarle.
-¡Una mujer al mando de un ejército!¡Encima se cree una igual!- desdeñó el saludo de Glen- ¡Inaudito! Mi señor conde, creo que os iría mejor una vaca al mando de los hombres.¡Al menos, sirven para más!

Se rieron rasposamente, el conde y los ocho comerciantes, mientras la escolta del infame noble se retiraba asqueada por su actitud.
Glen, con la mandíbula apretada, sólo hizo una cosa…
-¡Soldados!¡Formación!-rugió la guerrera, mientras chocaba la espada contra el escudo.

En ese momento, los veinte hombres se pusieron en formación. Escudos cubriendo el torso y adelantados, rodillas levemente flexionadas y la punta de sus espadas apuntando a las carretas.
Los semíticos comerciantes chillaron como ratas, escondiéndose tras los carros, asustados, mientras el conde y el jefe mercader se apretaban contra el buey que tiraba de los carros. En esos momentos, ambos pisaron sus túnicas y sus caras botas de suave piel contra un enorme excremento del rumiantes. Las sedas y als pieles se tiñeron de un repugnante color verdoso.
-Bueno- dijo satisfecha Glen- Esperemos que las vacas no luchen nunca.

Todos los hombres se carcajearon, mientras el conde entraba acompañado de los mercaderes en el salón, y tras ellos los guardias, que difícilmente se aguantaban la risa.
-Thorfinn…¿dónde estás?-pensó Glen-Vamos-dijo volviendo al entrenamiento-¡Desde el principio!

Mientras tanto, a cientos de kilómetros de allí, Thorfinn yacía en la niev

jueves, 23 de octubre de 2008

La Búsqueda (I)

LA BÚSQUEDA ( I )

Pasaron los días, llegando a la semana. Thorfinn se iba recuperando rápidamente de sus heridas, incluso a veces se acercaba a los fuegos de campamento, para charlar con sus compañeros y reír con sus gracias.

Pero, desde su recuperación, tanto Glen como Daghas habían adevertido que el fulgor de sus ojos se había atenuado, y que (sin que Thorfinn supiese que le observaban) pasaba lñargos períodos del día alejado de la gente, mirando con tristeza al frío suelo, sentado, con actitud abatida, sobre un tocón.

Daghas decidió intervenir. A diferencia de Glen (cuyo conflicto con su marido le llevaba a reunirse día si día también con sus consejeros), Daghas podía a veces escapar de la rutina militar y, utilizando sus artes para el espionaje, observaba la actitud de su amigo. Decidió que debía conocer y solucionar el problema.

-¿Qué tal esa recuperación, hermano?- dijo Daghas saliendo silenciosamente tras una choza.
-¿Eh?- Thorfinn salió de su ensimismamiento-Ah, hola Daghas. Pues…bueno, estaba aquí, meditando mi próximo viaje
-¿Próximo via…que tú..cómo?- Daghas dio un respingo de sorpresa.
-Si, viaje. O más exactamente, mi búsqueda- contestó Thorfinn, esbozando una triste sonrisa.
-¿Búsqueda?¿Qué búsqueda?¿De qué diablos estás hablando, en el nombre de la tierra?
-Hermano…creo que…debo retirarme al menos un tiempo de vuestro lado.
-¡Eso es abs…!
-Déjame terminar- cortó Thorfinn suavemente-creo que, por mi culpa, os podéis meter en un lío. Soy yo el responsable de que Glen esté enfrentada al conde, y el culpable de que tú estés en peligro de ser destituido de tu cargo. He sido yo. Y también creo que yo…-Thorfinn enmudeció, volviendo a mirar al suelo.
-¿Qué tú qué?-replicó Daghas.
- No te preocupes hermano. No importa-dijo.
- Pero ¿porqué no me cuentas lo que te sucede, Thorfinn?-inquirió Daghas, esperanzado.
-Quizás…en otra ocasión. Ahora he de preparar mis cosas. Partiré esta noche. Recogeré mis armas, mi tienda y un poco de alimento, y partiré hacia el norte, en dirección a Haajeck. Hacia los bosques.

Los compañeros miraron al horizonte del ocaso en silencio.

-¿Volverás?- preguntó tristemente Daghas.
-Desde luego que sí-respondió su amigo. Sabes que siempre lo hago. Sólo necesito que las cosas vuelvan a su cauce. Además, hace ya tiempo que no visito la tumba de Mjálgarah.
- Cierto, y eso no es de buen esposo…¿lo sabe Glen?
-No, de momento no-musitó Thorfinn-Hay recovecos de mi alma que aun no conoce.
-De acuerdo…¿Necesitas ayuda en algo?-preguntó Daghas.
-No, todo lo tengo en la tienda, Lo único que falta es…
-¿Es?- inquirió el silencioso guerrero.
-Algo de comer y de beber. Vamos a cenar aquí ¿de acuerdo?
-¡Jajajajajaja!¡Maldito seas Thorfinn, tu estómago será siempre el mismo? Rió con fuerza Daghas, a lo que Thorfinn contestó encogiéndose de hombros y con una mueca de inocencia.

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Los hombres se iban volviendo a sus tiendas tras la comida y la bebida. Poco tiempo después, todo el campamento dormía, excepto tres personas: Thorfinn, Daghas y Glen, que aún se encontraba en la sala de generales debatiendo con sus consejeros.

Mientras tanto, Thorfinn y Daghas se encontraban amparados en la oscuridad, en las afueras del campamento.
-Bueno- dijo Thorfinn mientras terminaba de ajustar su maza a la montura- Esto ya está- Miró a Daghas sonriendo y le puso una mano en el hombro- ¿Recuerdas el juramento el día que nos conocimos los tres, tras nuestra primera batalla juntos?

Daghas sonrió- “No hay guerra tan grande, ni catástrofe tan horrible en todos los mundos que destruya el facto de fidelidad y amistad que nos une”. Thorfinn se unió al juramento con voz grave-“Pues bien saben los dioses que hemos ganado grandes batallas y que nuestro valor, fuerza y honor son grandes. Mi honor es mi vida, y mis amigos, mi bastión”
Los compañeros se sonrieron y se dieron un fuerte y breve abrazo.

-Si Glen preguntase…-
-Volverás- respondió Daghas- o te traeré yo mismo de las barbas.
Thorfinn rió. Montando en su caballo, miró por última vez el campamento, como queriendo recordar cada figura y cada roca o tronco que lo componían.
Giró su caballo hacia el camino del norte, hacia los bosques sagrados, y miró el firmamento. Las estrellas y los dioses guardarían a sus amigos…a sus hermanos, hasta su vuelta. Se despidió de Daghas con un saludo de cabeza, y se encaminó por la nevada senda., llena de hojas secas y ramas. Su figura fue difuminándose, hasta ser absorbido por la oscuridad.

Thorfinn se había marchado…

A los pocos momentos, Daghas volvió al campamento, obviamente sin ser descubierto, y caminó tranquilamente hacia su tienda. En ese momento, Glen salía de la sala de generales, con el rostro cansado y ojeroso enmarcado en sus cabellos rubios.

-Hemos terminado por hoy- fue su respuesta- Esos malditos buitres lo quieren todo. Menos mal que puedo veros a vosot…- enmudeció- ¿Dónde está Thorfinn? ¿Daghas?

Como toda respuesta, Daghas miró al cielo.

Y sonrió a las estrellas.

jueves, 16 de octubre de 2008

Las consecuencias de la lucha (II)

Glen se retorcía las manos en el banco en el que esperaba ansiosa. A pesar de su firmeza, de haber aprendido a guardar las emociones, su corazon se inquietaba por su amigo. Los médicos y druidas llevaban ya mucho tiempo dentro de la sala de curas de oficiales. Apenas se oia un murmullo de fondo, unas voces graves que susurraban una suerte de sortilegios y curas para el guerrero caído.

Glen sostenía en sus manos el abollado y ensangrentado yelmo, con restos de barro y roces de armas. Su aspecto atenazaba el corazón de Glen, imaginándose el aspecto de su amigo, tendido, rodeado de gente pero solo, en la sala de curas.

En ese momento, su marido entró por la puerta de la sala, con su acostumbrado gesto altivo.
- Bien ¿han terminado ya de curar a…ese soldado? Necesito la sala para celebrar la victoria con mis generales –dijo, acentuando el “mis”
- No, aun no han terminado- respondió Glen, apretando los músculos de la mandíbula- aun necesitan más tiempo para reparar todas sus heridas y…
- ¡Es una pérdida de tiempo!- gritó Johannes- ¿tan débil es que no puede recuperarse de una simple batalla? No se porqué lo tienes a tu servicio…-sus palabras destilaban odio y veneno, y sus ojos relampagueaban de ira y envidia.
Glen soltó el casco tranquilamente en el banco, y se levantó con majestad y gracia. Se acercó a Johannes, a apenas un palmo de la cara y le miró a los ojos, calmada, reposada…Inspiró profundamente, con sus facciones sonrientes, mientras el conde la miraba extrañado. Y en ese momento, lo hizo.
-¡MALDITO COBARDEE!- gritó con todas su fuerzas. Su grito resonó en todo el campamento, llegando a oídos de todos, incluso a la tienda de Dagas, que se levantó sobresaltado.
-¿Cómo te atreves a…?- el conde Johannes, atemorizado como un chucho, se echó hacia atrás, hacia la pared, aterrorizado el fuego que desprendían los ojos y el cabello de Glen.
-¿CÓMO ME ATREVO? Me atrevo desde mi posición de Jarlar y amiga de Thorfinn. ¿Cómo tu, repugnante sabandija, te atreves a decir, en modo alguno, que mi soldado es débil?¿Cómo te atreves, infecto ser, a ni siquiera cuestionar la fuerza y el arrojo de mis hombres? Mientras tu, cerdo, te escondías en el sótano y rehusabas de la batalla, nosotros luchábamos contra hordas de enemigos, dejando nuestra sangre y nuestra vida para defender estas tierras. Y tu¿¡QUÉ HACÍAS TU!? Gimotear en lo más profundo del barracón, entre sacos de trigo y odres de vino. ¡Cerdo cobarde!-
-¡No te consiento que me hables en ese tono, MUJER!- y uniendo al palabra al acto, cruzó la cara de Glen de un sonoro bofetón. Los druidas y médicos, que habían salido de la sala, se quedaron petrificados en sus lugares.

Pero estamos hablando de Glen…

Girando el cuello y mirando a los ojos de Johannes, Glen sonrió. En milésimas de segundo, apresó su cuello y sacó su afilada espada, apuntando hacia su yugular. La expresión de terror afloró en los ojos de Johannes
-Jamás, te repito, jamás, me vuelvas a tocar- susurró Glen.- Mi linaje es más alto que el tuyo. Es el linaje de los hechos en la guerra, y los que han conquistado su honor por sus méritos, no por títulos.- Glen bajó más la voz-…nunca vuelvas a tocarme…nunca…
-¡Glen!- un grito cruzó la sala. Dagas, como era habitual, apareció sin que nadie se diese cuenta- Suelte esa espada mi señora…-dijo con voz profunda y reposada- estamos hechos para luchar, no para asesinar…- se acercó hasta la enfurecida valkiria, que aún sostenía con fuerza el cuello de Johannes- Habéis nacido para cosas más altas, mi señora. Templanza…-
Resoplando, dejó de apretar el cuello, y bajó la espada. Johannes se desembarazó de la garra que le oprimía, boqueando y tosiendo, tambaleándose hasta la salida.
-Pagaréis esto, malditos…¡pagaréis!- gritó, aun aterrorizado.
-Mi señor…-susurró Dagas
-¿Qué queréis, soldado?- preguntó el conde, con rabia.
-…pudríos.- fue la escueta respuesta de Daghas.
El conde salió a la carrera.

Glen se sentó abatida en un banco, con la cabeza entre las manos.
-Daghas…yo…
-Tranquila, mi señora. Habéis aguantado mucho durante mucho tiempo. Y ahora son tiempos difíciles. Sois fuerte, pero debéis aguantar más.
-Pero Dagas, yo…

-Por las barbas de Odin, ¿queréis dejaros de gritos y cosas bonitas? ¡Intento descansar!

Los dos guerreros se giraron. Desde el vano de la puerta, un maltrecho Thorfinn, lleno de vendajes, desnudo y apoyado en un bastón, les sonreía campechanamente desde debajo de su barba rubia.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Las consecuencias de la lucha

Daghas se paseaba impacientemente por el salón de la comandancia del campamento. Mirando a todas partes, nervioso, con las manos cruzadas en la espalda, moviéndose como un león en la leonera. Tenía los dientes apretados y la frente perlada de sudor.
Un poco más lejos, Glen se mantenía erguida en una silla, como mandan los cánones de los ejércitos, pero, tras la túnica azul que portaba, se retorcía las manos, esperando el veredicto del médico de campaña.

Aquello no pintaba nada bien.


Daghas paseó la vista por el salón hasta encontrar algo. La maza de Thorfinn, aun impregnada de sangre, sesos y barro, que reposaba contra una de las tapizadas paredes del salón.

-Mi señora, voy a limpiar la maza de mi compañero- susurró Daghas en su tono habitual- Creo que se enfadará si se la encuentra estropeada…- esbozó una débil y triste sonrisa, al recordar cómo había montado en cólera Thorfinn cuando, tras una batalla, al día siguiente había encontrado en el barro, pisoteada y sucia, su maza. Los ecos de sus improperios se oyeron en kilómetros a la redonda.
Buenos tiempos, si.

Glen asintió con la cabeza, pero siguió con la mirada fija en la pared, tal vez indagando en algún punto de su alma.

Daghas meneó la cabeza. Había advertido un comportamiento extraño en Glen, que él había achacado al cansancio de la batalla y a las continuas peleas con el conde Johannes. Estaba…cambiada.

Daghas se despojó de esos pensamientos y caminó en dirección a la herrería del campamento. Bleiki Sognsson era un buen herrero, y le unía una amistad de años, cuando comenzó en el ejército como un recluta más.

- La paz sea contigo, Bleiki- dijo Daghas cuando entró en la recia cabaña.
- Y contigo, Daghas el oscuro- una sonrisa amplia le saludó desde la fragua. Aunque ya tenía a sus espaldas muchos años, Bleiki seguía conservándose jovial y en plena forma por el trabajo de la herrería. Una sudorosa y despejada frente daba lugar a unos ojos claros y vivaces y una sonrisa de grandes dientes bajo una espesa y trenzada barba. Su cuerpo era parecido a un inmenso tonel de musculosos brazos y fuertes piernas bajo un cinturón de donde colgaban sus herramientas y un peto de cuero negro donde las manchas de quemaduras eran patentes. Sus ropas, una “camisa” sin mangas y unos pantalones cortos mostraban sus poderosos brazos.
- Y dime, mi querido amigo, ¿Qué puedo hacer por ti? ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?
- Necesito que le des un repaso general a la maza de…de Thorfinn.- dijo Daghas, atragantándose en el nombre de su amigo.
Las facciones de Bleiki se endurecieron- ¿Y qué noticias hay? Tanto los hombres como yo estamos preocupados por su estado. No pude ir a socorrerle porque, ya sabes…-dijo señalando a la fragua- el fuego no se cuida solo. Pero por lo que me contaron, lo encontraron con dos profundos cortes, uno en la pierna y otro en el costado, a parte de magulladuras y arañazos de diversa importancia…- Bleiki puntualizó- Ya sabes amigo, el herrero es el confidente del guerrero, pues sabe con qué va a combatir y el estilo de cada uno. Hace que aprendas mucho.- de nuevo, el rostro del fornido herrero se oscureció- ¿Cómo lo ves, Daghas?
-¿Cómo lo veo? ¡Lo veo bien, por los dioses! ¡ Si no, no te hubiera traído su maza! ¡Repárala!
El rostro del viejo Bleiki se contrajo en una mueca observadora. No se echó hacia atrás ni se atemorizó. Se mantuvo.
- Discúlpame Bleiki. Me han podido los nervios- Bleiki volvió a sonreír bajo su canosa barba- La verdad es que las nornas están cerca de su lecho. No se que va a pasar- se sentó, abatido, en un banco que había allí. – Los dioses quieran que se recupere pronto y bien….
- Tranquilo joven Daghas- dijo Bleiki, conciliador. –Dejaré su maza que hasta el mismo Ókuthor vendrá a que repare su Mjolnhjr. No te preocupes. Ahora, debes estar cerca de tu amigo. Anda ve, y comunícale mis mejores deseos, ¿de acuerdo?- Bleiki estampó su manaza en la espalda de Daghas, como gesto amigable. -¡Ah! Y dile a…ya sabes…”el francés” que ya tengo su armadura ceremonial preparada.
- ¿”El Fran…? ¡Ah! – Daghas rió con fuerza, liberándose de las tensiones- ¡De acuerdo! ¡Y de paso le diré que su “martillo ceremonial” también está listo- con gestos, se señaló los genitales, haciendo pantomimas con un martillo imaginario en…un “yunque” imaginario.
El guerrero y el forzudo herrero rieron con ganas. Si, el conde Johannes no era muy querido en la tropa por sus modales afrancesados y (en opinión del regimiento) poco masculinos. Pero el jefe era el jefe, y era quien pagaba, así que debían guardarse sus bromas para los corrillos de amigos de confianza.

-Animo Daghas. En peores situaciones hemos visto a Thorfinn. ¡Adiós!- saludó Bleiki con su enorme mano.
- ¡Adiós amigo!- contestó Daghas ya fuera de la tienda-¡ Y gracias!
Un último saludo y Bleiki entró en su taller con la maza en las manos.

- Thorfinn viejo amigo…- dijo Dagas mientras se dirigía al salón principal.

Las cosas pintaban mal….

martes, 2 de septiembre de 2008

La batalla y la fe.

Hay momentos en que la fe de un hombre se tambalea. Momentos en los que la esperanza parece perderse y hundirse en una ciénaga, parecida a las que hay en tierras de los sajones. Normalmente esa fe se pierde por alguna causa.
A veces estando solo.
A veces en los peores momentos.
Y a veces cuando te juegas la vida.

El alma de Thorfinn se tambaleó. Su corazón tembló. Pero no tembló por lo físico de la prueba a la que se enfrentaba. Había luchado en peores condiciones. No se tambaleó por eso. Sino que su voluntad sufrió una pequeña fisura. Su alma, dividida en dos, le habló:

-¿Para que luchas, oh poderoso Thorfinn?-oyó una risa sarcástica- ¿Luchas por ti?¿ O acaso luchas por ellos?¿Qué te han dado ellos? Yo te lo diré. Sólo quebraderos de cabeza. ¡Tu te mereces algo mejor! Algo que tus amigos no te darán. Eres un iluso, Thorfinn- esta vez, la voz tomó un tono mucho más malévolo- Abandona. Huye. ¡Déjalos a merced del mal! Nunca te han retribuido tus acciones. ¡Vete y vive por tu cuenta!...-y en un susurro-…se merecen el mal…

-Realmente eres un idiota si crees esas memeces- ahora le habló una voz profunda, amigable y cálida que le reconfortó- ¿Quieres saber qué te han dado, hijo de Odín? Te han dado su amistad y su familiaridad. Te han llamado señor, hermano y amigo. Te han mostrado resquicios de su alma que sólo los dioses conocen. ¿Sabes que te mereces? Mereces morir a su lado, porque es la voluntad de los dioses y lo mejor para ti. Morir a su lado es vivir para ellos.- la voz parecía apesadumbrada- Sus almas posiblemente caigan en desgracia su te alejas de ellos, al igual que si ellos se alejasen de ti, la oscuridad te envolvería. Dime una cosa, hijo de la Maza- en este momento, la voz tomó un cariz más personal y confidencial- ¿Acaso no juraste frente a la pobre tumba de tus padres que “Mi Honor es mi Vida”?¿No les juraste lealtad y fidelidad como amigos tuyos que son?¿Dónde quedarán esos nobles principios si huyes?

-¡Imbécil serás si le escuchas!- la voz rasposa y malévola volvió a hablar- Yo te ofrezco vivir libre de esas ataduras en un reino de riquezas…¡Y tu escuchas esa estúpida y débil parte de ti!¡Rómpela!¡Desgárrala con tus manos! ¿Prefieres morir aquí, en el barro, que estar rodeado de mujeres, riquezas, comida y bebida en abundancia? ¡Iluso!- la voz chilló-¡Realmente eres lo que te decían en tu juventud!¡Perdedor!¡Perdedor!¡Idiota!- el tono de la voz era desquiciante. Entonces, y con mucha más fuerza, la voz grave habló, acogiéndolo en su calidez.

-Thorfinn, hijo de Odín. Eres un brazo de la justicia en la tierra. Y los dioses, piadosos, te han proporcionado la mejor compañía posible, como son Glen y Daghas. Son tus amigos, y bien sabes lo que es un amigo para ti. Lucha Thorfinn. ¡Lucha por ellos! Se lo merecen como la luz del sol.¡Se fuerte, hijo mío! ¡¡Valor!!

La voz del mal menguó y se retiró para no volver jamás. Su alma vibró, lució como una hoguera en la fiesta del fuego. Ahora, su propia voz habló desde lo profundo de su ser:- Mi Honor es mi Vida. Y mis amigos, mi fuerza y defensa. Si he de morir…¡QUE SEA POR ELLOS!

La maza voló en un arco de izquierda a derecha contra el gigante. Apenas habían pasado milésimas de segundo desde que Thorfinn tocara con su maza esa nota retadora.
La maza impactó contra el titán en su basta armadura de cuero endurecido. Los pies del gigante se movieron, pero se mantuvo.
-Vaya, comenzamos bien. Excelente- sonrió enseñando una dentadura mellada- ¡A ver que haces con…-su hacha cayó desde el cielo como un halcón sobre su presa-… esto!

Las chispas saltaron, y una fuerte nota metálica se oyó en el campo de batalla. El hacha fue parada por la cabeza de la maza de Thorfinn, que sostenía con firmeza y con fuego en los ojos.
-Mi Honor es mi Vida- susurró. Apartó el filo del hacha con su maza, y giró sobre sí mismo impactando ésta en la cadera del gigante, moviéndolo un metro a la izquierda- Mis amigos, mi fuerza y mi defensa.- La maza volvió a volar, pero esta vez, el enorme combatiente se apartó unos centímetros evitando así el choque con su hombro izquierdo.

Aprovechó para soltar contra Thorfinn un rápido corte con una daga que tenía escondida en su brazal derecho, y alcanzó a Thorfinn en el costado derecho, hundiéndose entre las rendijas de su armadura.

En el cerebro de Thorfinn explotó el dolor. Pero, al instante, desapareció. No hay dolor cuando luchas por los que consideras tu familia. Un rápido vistazo al fuerte le permitió ver como Daghas y una herida Glen le miraban con ojos implorantes.

-Por ellos…-susurró Thorfinn. Se levantó con un rugido que hizo temblar las piedras y los árboles, y asestó con el frontal superior de su acerada maza en los dientes de su contrincante, tumbándolo sorprendido.

-Vamos, enorme y apestoso engendro- gritó Thorfinn, mientras entre las junturas de su armadura la sangre caía. Seguro que puedes hacer más.

El titán se levantó enfurecido, y giró su hacha contra Thorfinn, que la paró con su maza. El golpe fue devuelto y parado a su vez. Consiguió el gigante apresar la maza del nórdico, llevándose también un descomunal cabezazo en la nariz. A su vez, Thorfinn recibió en plena mandíbula un formidable puñetazo del bastardo de Loki.
Los golpes continuaron. Cayeron los dos en varias ocasiones al suelo. En una de las ocasiones, la maza de Thorfinn, dirigida directamente a la cabeza del gigante, erró la trayectoria, lo que le valió recibir una patada en el costado herido. Pero quien las da, las toma, y el gigantón recibió otra patada en la rodilla por las botas de deslustradas placas de Thorfinn, oyéndose un sonoro crack, pero ninguna queja del inmundo guerrero.

La queja se oyó después. Tras caer a tierra, Thorfinn, con un rápido giro, enterró la maza en la amplia espalda del gigante, justo bajo la nuca, entre los hombros. El gigante, ahora atontado, dirigió su hacha hacia el hijo de Odín, alcanzando su pierna izquierda y hundiéndose en ella.
Con un último movimiento, y congestionado por el dolor, Thorfinn lanzó al suelo a su atacante, apoyándose en la pierna herida para propinarle una brutal patada en la espalda a la altura lumbar, y, encomendándose a Odín, bajó con todas sus fuerzas la maza sobre el desprotegido cráneo de su contrincante, generando una explosión de astillas, sesos y sangre, y clavándose su maza hasta la altura del cuello, atravesando de norte a sur el asqueroso cráneo. Sólo se oyó un suspiro por parte del titán. Después, su decapitado cuerpo cayó totalmente a tierra.

Su vida se extinguió, y volvió a Hel, donde debía haber estado siempre.

Thorfinn sonrió, miro hacia el fuerte, tambaleante y exultante, levantando su maza a modo de saludo, pero su vista se nubló. Miró en su costado derecho y vio el reguero de sangre que despedía, al mismo tiempo que su pierna izquierda no aguantaba más el peso de su maltrecho cuerpo y doblaba la rodilla. Antes de caer, clavó el mango de su ensangrentada maza en el blando barro, y mirando fijamente la runa de Odín que estaba grabada en ella, sonrió.
- Mi Honor es mi Vida-susurró con debilidad- Y mis amigos…amigos son…-su cerebro le fallaba, la falta de sangre era cada vez más notable-…moriré por ellos, padre .Estarás orgulloso…de…mi.

Y el cuerpo de Thorfinn cayó boca arriba, mientras sus hombres se arremolinaban en torno a él. Le pareció, antes de perder la consciencia, que Daghas y Glen se arrodillaban junto a él.
Todo se oscureció. Excepto su sonrisa por el deber cumplido. Su sonrisa por sentirse acompañado por aquellos que tanto le querían. No sentirse solo…

La fe vuelve. Cuando más la necesitas




Comentad a ver qué os parece. Un saludo!
PD: He nombrado a Thorfinn “Hijo de Odin” porque es un guerrero que se da a la justicia, y Odin es el dios de la misma.

viernes, 18 de julio de 2008

Cap II (3º parte)

La rodilla de Glen se hincó en la tierra. Sus fuerzas empezaban a abandonarla. Dias y dias de privaciones, de agobios, de batallas (ya sean contra el enemigo, o contra su esposo que se oponía a la lucha, o contra sus padres que le pedían una pronta vuelta a casa para continuar sus estudios de magia séid*) empezaban a hacer mella en su persona. ¿Por qué?-se preguntó-¿Por qué debe ser ahora, en el momento definitivo, donde las fuerzas me flaquean?. Con un esfuerzo sobrehumano, se puso en pie, mientras aguantaba, filo contra filo, vida contra vida, la embestida de uno de los principales oficiales del pútrido ejército, decidido, en cuerpo y alma ( si es que esos malditos tenían alma) a acabar con la vida de la caudilla, que tantos quebraderos de cabeza y tantas bajas le causaba.

Una voz, que parecía salir de lo más hondo de las profundades, habló en el casco:
-Joven Glen...Glen Hviti, ¿por qué te metes en asuntos de hombres?¿ No sería todo más fácil si volvieses a tu casa con tu esposo y te dedicases a las labores del hogar, como toda mujer debe hacer?- el bronco bramor de las armas hizo que su risotada se perdiese en el viento, al tiempo que acortaba las distancias con el rostro de Glen y exhalaba su pútrido aliento sobre su piel manchada de barro y sangre.
-Pobrecita Glen...terminar tus días en un apartado y recóndito lugar de Suecia*-rió la armadura- Pero debes terminar aquí...¡ahora!
El empellón propulsó a Glen hacia atrás, mientras el gerifalte se abalanzaba sobre ella.

Craso error.

Con un felino movimiento, Glen se apartó de la trayectoria de la hoja, dejando el cuerpo de su contrincante a su derecha, totalmente a su merced.
- Haz tus juicios, cerdo- dijo Glen a pocos centímetros del casco. No hubo tiempo para responder. Con un rápido giro, Glen clavó la punta de su espada entre los huesos del codo de su atacante, quien se vio en cuestion de milésimas de segundo con un brazo desgarrado colgando inerte de un fino nervio.
Tampoco hubo tiempo para gritos. Con la misma celeridad, Glen atravesó la espalda de su adversario, de norte a sur, sin miramientos, en una desgarrante cicatriz que revelaba a la vista los misterios del interior del cuerpo humano.
Con los ojos desorbitados, mezcla de cólera y sorpresa, el petulante oficial se llevó el brazo que le quedaba a la abierta espalda, antes de desplomarse con un ruido sordo sobre su sangre y sis vísceras.
Glen lo contempló fríamente, con la mirada del trabajador que ha realizado su labor con éxito. Mas no existió el tiempo para celebraciones. Antes de que su vista se nublase, salió despedida hacia parte de sus soldados, perdiendo el conocimiento durante unos segundos. Cuando volvió en si, giró sobre sus tambaleantes talones para ver quién se había atrevido a ese cobarde ataque. Y la visión de aquello le hizo enmudecer. Un hombre, quizás in Titán, se acercaba a ella, con un hacha entre las manos. Glen no podía tenerse en pie. El cansancio, la fatiga, el esfuerzo, hacían que cayese sobre sus bellas piernas, y apenas podía tener la espada y el escudo. El casco le pesaba, las muñecas se le habían abierto con el prolongado ejercicio de cercenar cabezas y miembros. No podía hacer nada.

El titán sonrió de manera bravucona. Poco trabajo. Y fácil. ¿Esa era la increíble Glen?
Enmudeció. Los ojos de Glen revelaban un fuego y una fuerza que su cuerpo era incapaz de corresponder.
Bueno. Debía cumplir órdenes de sus jefes. Bien le importaba poco a quién matar, con tal de ganarse unas miseras monedas. Levantó su hacha, pero unos toques en la espalda le despistaron.
- Amigo...-escuchó a una voz profunda tras él- ¿que tal si la dejas descansar y peleas con alguien que esté más fresco? Seria más justo ¿no crees?
El gigante se volvió a su espalda, y vió a un hombre, que apenas le llegaba al pecho, apoyado sobre una enorme maza de acero y esbozando una siniestra sonrisa. Su pelo, que debería ser de un rubio ceniciento, estaba velado por las manchas propias de la batalla. Sus manos encallecidas y su coraza abollada le daban, junto con su barba, un aspecto casi animal.
-Daghas, repón a Glen de sus heridas. Mañana debe estar fresca para partir al oeste, aunque creo que si le damos más de 15 minutos se irá ella sola a pie-sonrió. Al lado de Glen se materializó una figura de complexión fibrosa, envuelta en negros ropajes que ocultaban su rostro a los demás. Sus dagas, colgadas al cinto, exhibían orgullosas las marcas de sangre y carne. Daghas se volvió hacia Thorfinn y asintió en silencio. Cargó con suma delizadeza a Glen sobre sus hombros y entró en el fuerte.
-Veamos que dice el señor-susurró en dirección a Thorfinn.

Ahora, un círculo de guerreros rodeaban a la desigual pareja, que mostraban sus armas danzando lentamente en círculos.
-Intentabas lastimar a mi hermana, ¿verdad?- susurró con voz queda y fría Thorfinn- Además a traición, cuando estaba más debilitada- El gigante vio aparecer unos dientes apretados tras la espesa barba trenzada. - Pues una cosa has de saber, hijo.-prosiguió- Antes tendrán que trocearme y enviar mis trozos en una piel de cabra hacia el mismo nacimiento del sol, para que tu puedas siquiera rozar un solo cabello de MI hermana -dijo recalcando el "mi".- Veamos de qué estás echo, maldito cerdo- y chocó los nudillos recubiertos de malla y placas de acero sobre la cabeza del martillo, dejando oir una nota cristalina y nítida por todo el campo de batalla.

-¡Comenzemos!


Hasta aqui! Próxima parte, el desenlace! Disfrutaaaaaaaaaaaad!

Séid(magia)* Magia cercana a la druídica, que por lo general, sólo le era revelada a las mujeres.

lunes, 14 de julio de 2008

Cap II (parte 2)

El mazazo de Thorfinn fue la chispa que prendio en la hojarasca. Como el rayo que cae sobre el arbol muerto, para luego consumirlo en sus llamaradas y traspasar su destrucción a otros lugares, las armas entrechocaron. Los amigos se colocaron al lado de los amigos, los hermanos junto a los hermanos. Y al frente de todos...Glen. Desgarrando carne y hueso, ofreciendo un sangriento sacrificio a las disas* y a los áses*. El hierro en la mano, la sangre cubriendo su rostro y la mandíbula apretada cada vez que bajaba su mortal filo contra el enemigo. No había piedad, y ellos no la tendrían con los defensores. ¿Para qué pararse a pensar que sería de aquellas almas, si apenas 100 juntas valdrían lo que vale medio hombre de los suyos?

Los miembros caían las cicatrices se seguían unas a otras hasta abrir por completo un cuello, desgarrándolo en casi su totalidad, dejando escapar la vida en forma de borbotones púrpuras que caían sobre las blancas manos de Glen y de sus hombres.

Para variar, no se sabía dónde se encontraba Daghas, sólo se atisbaban fulgores de hojas tras los enemigos, y un pelo negro que desaparecía al instante, para aparecer, en apenas segundos, en la otra punta del campo de batalla, segando la vida de otro infeliz.
Imposible de detectar, de apresar, de apenas percibir, el entrenamiento de Daghas se basaba en una percepción total del entorno, hacerse parte de él, y desplazarse con rapidez inusitada. O quizás, ni siquiera se desplazaba, sino que simplemente, ya estaba alli.
Ciertamente, un aura de misterio rodeaba la figura del respetado, a la par que temido, guerrero silencioso. Apenas hablaba con nadie (solo con su compañero Thorfinn, a quienes algunos le atribuían el estatus de hermano de Daghas. Algo que no se alejaba mucho de la realidad) Siempre en silencio, con un sarcástico y fino sentido del humor, iba envuelto perennemente en ropajes oscuros, quizás como símbolo de su anonimato.
Pues allí se encontraba Daghas. Girando como una mortal peonza. La puñalada que no se dirigía al cuello, se dirigía a los órganos vitales, perfectamente localizados por el oscuro guerrero. Las muertes eran rápidas, silenciosas y efectivas. Extremadamente efectivas. Y la verdad, su estilo de lucha se diferenciaba bastante del de su "hermano" Thorfinn.

Y tanto que se diferenciaban. Mientras Glen luchaba apasionadamente, combinando buenas técnicas con su proverbial agilidad, Daghas aparecía y desaparecía de entre las filas del enemigo. Thorfinn aplicaba su propio método. La destrucción en masa.
Ya se alzaba sobre un montículo de destrozados cadáveres, algunos de sus hombres, caídos honorablemente en una batalla, pero la inmensa mayoría pertenecían al infecto invasor. Su maza hondeaba de un lado para otro, destrozando cráneos y torsos, salpicando de sangre sus barbas y pelo, empapándo su armadura con los efluvios de demoníacos e infieles seres.
Miraba cada poco hacia Glen. SU querida amiga...hermana Glen...sentía en su interior que debia vigilarla y preservarla, pero también sentñia que no era una mujer indefensa, que era una guerrera, a ojos de todos. Sabía defenderse y atacar con vehemencia, pero aun así, la preocupación de Thorfinn era latente.
Terminó de desmembrar a un enemigo de un mazazo en la parte izquierda del pecho y se dispuso a bajar del montículo de cadáveres que había creado a sus pies.
Nadie, jamás, osaría hacer daño a Glen, su hermana, mientras el estuviese vivo. Jamás.


Despuñes la 3 parte del relato! Espero que te guste, y al menos, comentalo un poco.

YERG!

domingo, 13 de julio de 2008

Hola?

Vaya..esto esta desierto. Si podeis decirme algo, os lo agradeceria. Mucho

miércoles, 9 de julio de 2008

Cap II: La batalla nocturna

No hizo falta nada para indicarlo. Casi al unísono, guerreros tanto de un bando como de otro, dispusieron sus armas, entrechocándolas con sus escudos, con sus gargantas rugiendo al cielo donde los dioses verían una batalla como pocas se verían en el Midgard*. Los pechos, abombados de tomar aire para rugir, hacían que las trabas de las armaduras tintineasen. Los cuernos sonaron, advirtiendo a hombres y dioses inmortales que tal era la magnitud de la lucha que se iba a desatar sobre las devastadas tierras de Steinar.
El putrefacto ejército del Traidor* agitó sus rudos escudos y lanzas ante la promesa de una sangre nueva. Al frente de ellos, varios ulfserkrs* mordían al aire e intentaban desgarrar imaginarios jirones de carne. Sucios, desaliñados, vestidos únicamente con taparrabos, o en muchos casos totalmente desnudos, exibían en sus cuerpos las marcas de latigazos, de golpes de espada, horrendas cicatrices, que ante los ojos de los defensores, les negaba su condición humana, relegándolos a infectos animales rabiosos, deseosos de carne y sangre.

Pero su intento de amedrentar al ejército opuesto se vio sofocado por las respuestas de los honorables defensores del baluarte de piedra y madera. Los cuernos retumbaron e hicieron temblar la tierra. Los gritos salieron de sus gargantas, todos preparados para salir por las puertas a fin de acabar con esos indeseables. Y al frente de todos, con una rabiosa mirada, las fauces abiertas y mostrando el filo de su espada como única salida, estaba Glen. La gran Glen Hviti, la jefa de todos aquellos guerreros que darían su vida para desterrar aquella oscuridad del mundo. Puede que hubiese Valhalla. Puede que no. Eso no les importaba. Lo realmente importante era la extirpación del mal de aquellas tierras, el fin de las amenzas, de las matanzas, de la quema de bellos parajes a manos de aquellos que habían negado la humanidad de sus vidas.

-Odín nos proteja- dijo Thorfinn, antes de introducirse en una profunda plegaria al panteón de los nórdicos.
Los hombres le miraron con respeto. Siempre,antes de una batalla, se embarcaba en una meditación a los dioses, pidiendo, suplicando, en su infinita justicia, un buen final y una buena muerte en la batalla.
Su voz se elevó:- Que Ásathor dirija nuestras espadas, que Odín vigile nuestras lanzas, que Njïord aguante nuestros pies, que nos acojan en su reino...
-¡Y que las walkyryas tengan preparados sus pechos para nosotros!- gritó Daghas.
Estó desencandenó a hilaridad general en el grupo de agerridos luchadores. Glen los miró con una sonrisa. Los guerreros eran su auténtica familia. Y por encima de ellos, estaban Daghas y Thorfinn. Éste último le miró con una mirada, mezcla de apoyo y preocupación.

-Tu dirás, mi señora- susurró Daghas.

-...¡MATADLOS!- se oyó al otro lado de la empalizada.
-¡ADELANTE!- rugió Glen.

Las puertas se abrieron. Los luchadores se miraron. Pasó un pequeño lapso de tiempo, midiéndose, calibrando las fuerzas. Y entre todos ellos, apareció Thorfinn, rodeado por un aura sobrenatural.
-¡Impios!- gritó. Su maza fue descargada sobre la cabeza del primer combatiente del infecto ejército, resquebrajándola y, finalmente, reventándola, dejando una nubre de sangre y esquirlas de hueso, a la vez que dejaba paso a Glen y Daghas.

-¡Venid aqui!- fue la última palabra que se oyó, antes de que la sinfonían de armas, escudos y rugidos se aduañase del ambiente...

Esta es la introducción a la batalla. En la próxima...¡SANGRE!

Saludos!

domingo, 6 de julio de 2008

Capitulo II. Lucha en Sveinar

Y el cielo se cerró.

Plomizo y amenazante. Se levantó una suave brisa, moviendo los cabellos dorados de Glen, al compás de un ritmo que provenía de la misma misma Madre Tierra, Glen inspiró: el olor de la hierba mojada, de la madera, de la tierra, las piedras, el agua, el aire...todo inundaba sus pulmones y su alma, recordándole días de sol, de felicidad, de risas. Sonrió levemente, mostrando parte de sus pulcros y blanquisimos dientes. Miró a poniente, donde, entre los árboles, el Sol daba sus últimos coletazos mostrando su poder sobre la tierra y los hombres. Sonrió a Glen, paseando por sus delicados y a la vez regios rasgos, acariciando la piel encostrada de sangre y barro, pero aun asi, suave y delicada, a excepción de algunas cicatrices que le conferían un encanto especial. Era el momento.

Tras de ella, apenas a 5 metros de distancia, Thorfinn miraba embelesado el espectáculo. Nadie más miraba, tal vez como respuesta a la autoridad que sobre ellos ejercía la poderosa Hviti. Pero Thorfinn conocía a Glen antes que ellos. Podía permitirse el mirar.
Los dioses le permitían luchar hombro con hombro. Pero un muro se elevaba entre ellos. Por una parte, su esposo, y a la vez señor de Thorfinn en esas circunstancias (aunque él no lo consideraba su señor en absoluto) en aristócrata Johann, un danés residente en Francia y, por lo tanto, ablandado por sus costumbres. Otra parte era su juramento de fidelidad y su honor para no traicionar a sus amigos Y la última...consideraba que las cosas debían seguir como estaban Se veía como un elemento más dentro de un ejército, y debía en muchas ocasiones contemplar el deber por encima de la amistad. Debía mantenerse firme ante todo. Estos pensamientos los consideraba con su mejor compañero y amigo, Daghas, que le respondía con sabios y buenos consejos.

Admiraba el potencial rival en silencio, sin dar muestras exteriores. Había sabido interiorizar sus sentimientos, fría y calculadamente, para que ello no le impidiese ejercer su mando sobre aquellos hombres.

-Hermano- susurró a su lado Daghas- debemos prestarnos a la lucha.
-Siempre estoy listo-contestó con su ronca voz el guerrero- No pasarán por mi maza sin haber devuelto su maligno espíritu a las entrañas del Niphelheim*

Las lanzas se formaron, los espíritus se agitaron, los músculos se tensaron en torno a las armas. Todos listos. Con valor, con fuerza, con coraje y entrega, todos defenderían el baluarte y sus propias vidas frente a los desgraciados servidores de Loki.

La voz de Glen se elevó: -¡Guerreros! Jamás pisarán uno solo de nuestros cuerpos muertos sin haber segado 10 vidas por cada uno de nosotros. ¡Valor!

El cuerno sonó. Tronó.

La batalla comenzó.


Valhalla*: Morada de los caídos en combate con honor.
Niphelheim*: Nuestro infierno cristiano, pero sin llamas ni fuego, sino como un país helado. Está regido por Hel, hija de Loki, mitad blanca y mitad negra. Desde allí, se levantarán los no-muertos comandados por Loki el día del Ragnarök

Proxima entrada: ¡La batalla!

Disfrutalo. ;)

viernes, 4 de julio de 2008

Saga de Glen Hviti

Bueno, estos relatos serán la "Saga de Glen Hviti". He tomado la decisión de crear una saga. ¿Por qué? Porque me da la gana, principalmente. Eso es lo que hay. Ahora, sigamos. Intentare poner a menudo una entrada nueva, aunque obviamente habrá dias que no pueda.
En fin, allá va.

Cap I (continuación)

Poco se oía en el campo de batalla y en el baluarte. La tensión se mascaba. Los del fuerte estaban deseosos de salir a combatir de una vez por todas, de desterrar de esas tierras al mal personificado. Malditos sean todos.

La mujer-guerrera continuó:

- Habéis arrasado tierras, matado familias, ganado...os creéis fuertes. Os creéis invencibles. ¡Gran falacia es esa!¡Gran mentira para ocultar vuestro temor!He visto, presenciado...he vivido horrores que harían temblar al hombre más aguerrido. He salido a negras simas a combatir a todo aquel que me retaba y se atrevía a deshonrar mi nombre. ¡Todos han caido bajo mi filo!¡Nadie quedó para velar sus repugnantes cuerpos! Y ahora vosotros...inmundos...¡indignos!¿os atrevéis a retarme?¿a combatirme en mi terreno? Os obligo a volver a vuestras cuevas, a vuestros acantilados, donde la mano de los dioses os pueda atrapar y no dañar a nadie.

Sus pómulos estaban encendidos de cólera. El pelo, pegado a la cara, le confería un aspecto animal. Sus largas piernas la sostenían sobre un suelo de cadáveres, sangre y piedra. No flaqueaba. No cedía. Inamovible, como una montaña, como las rocas. Nunca abandonaría.

Una mano se posó en su antebrazo. Se giró lentamente para contemplar al poseedor de esa mano cálida y ruda. Sus ojos se posaron en los de Thorfinn Sterki. Unos ojos que inspiraban calma y furia al mismo tiempo. La barba hasta el pecho estaba trenzada para evitar que se enrredase. Portaba una maza enorme, y el yelmo, desvaído tras batallas y golpes, colgaba en su cinto. Un hombre. Simplemente un hombre, a miles de kilómetros de la dignidad, la potencia y el carisma de Glen. Pero la ayudaba. Directa o indirectamente.
Simplemente la miró. Y retiró la mirada, paseándola por el ejército enemigo. No podía mirarla directamente. Otras cosas ocupaban su conciencia. Y, a decir verdad, le costó lo que los dioses no han escrito el tocarle el brazo para calmarla y enfriar su cabeza. SU furia le obcecaba.
-Mi señora- digo Thorfinn con voz profunda- vuestro esposo-(al hacerlo, un fugaz rayo de dolor pasó por los ojos de Thorfinn)- está planificando vuestra huida. Debéis sobrevivir para poder seguir dirigiéndonos. Se que no es vuestro carácter...y nunca será vuestro el huir en la batalla. Pero vuestro esposo Johann os lo pide. Ha empaquetado vuestras cosas.

El odio empezó a aflorar en los ojos de Glen. Thorfinn sentía como aumentaba su ira. Y se sinceró con ella:
-No huyáis, mi señora. No nos dejéis. Le necesitamos. Luche. Haga lo que ha echo toda su vida.-la mirada de Thorfinn se fue iluminando- ¡Luche!¡Que huye quien quiera!¡Vos habéis estado luchando toda vuestra vida!-y ahora, en tono más bajo, prácticamente inaudible- por su honor, y por el de todos...luche.

Glen le contempló. Las anchas espaldas, sus cicatrices, los nudillos blancos apretados en torno al mango de la maza, y el pelo largo y rubicundo cayendo sobre sus hombros, formando bucles, con costras secas de sangre, tierra, asi como su cara teñida de ocres reflejos, mirando a lontananza... daba sensación de seguridad a la joven guerrera. Asi había sido siempre.

-Mi señora-prosiguió Thorfinn- llamaré al noble Daghas. Ni el ni yo os dejaremos. Jamás. Ya lo sabéis, mi señora.

Glen sonrió. Thorfinn y Daghas, el primero un simple guerrero de hondas convicciones.El otro, un ágil luchador, maltratado en su tierra pero con una fortaleza y una nobleza digna de los dioses. Sus valedores. Sus protectores.

Oyó la voz de Daghas. Susurrante. Segura. Fuerte.
-Mandad el ataque. Estamos listos...


Próxima entrada, espero que pronto!

jueves, 3 de julio de 2008

Mini-relato 1

Caía la tarde sobre el destrozado campo de batalla. Los muros de piedra y madera se mostraban sajados y destrozados frente al inmundo ejército que los asediaba. Pero resistían. Débiles pero resistían. Como los del fuerte.

No era una compañía muy grande. Tal vez 150* hombres, todos ellos libres y capacitados para resistir el embate de las rabiosas hordas de desdichados que, desde el otro lado, no cejaban en su empeño por destruir uno de los pocos puntos que se les resistía. Hartos de su valentía, de su honor, de su honestidad...no soportaban ver lo que ellos habían negado de sus vidas, por esos se empeñaban en sumir al mundo en un caos de deshonra y destrucción. Pero no podrían mientras este punto y sus valerosos ocupantes resistiese.

Y al frente del grupo asediado estaba una de las mujeres más notables de todos los tiempos en tierras escandinavas: Glen Hviti. Unos decían que descendía de las mismas walkjrjas. Otros que su padre era el mismísimo Allfödr*, o quizás Ásathor*. Poco sabían de esa mujer que los comandaba de victoria en victoria, siempre con el ideal de un mundo donde reinase el honor. Eso repelía a los malditos...la conciencia, lo que ellos habían asesinado en sus vidas.

Glen Hviti. En realidad ella también sabía muy poco de su familia original, por haber desaparecido cuando tenía pocos años de edad, siendo posteriormente acojida por una familia de nobles galenos de Throndheim. Pero su pasado estaba forjado a fuego y hierro. Desde pequeña luchó contra todos y contra todo, encontrando por fin su lugar al frente de estas tropas. La lucha era su vida, la sangre del enemigo era su trofeo. Era una mujer-guerrero, de las que poco abundaban en esas regiones tan alejadas de Suecia, colindantes con Finlandia.
Su mano goteaba sangre del ultimo enemigo abatido. Su escudo se encontraba abollado y teñido de reflejos ocres, su casco estaba desgajado. Su rubio pelo brillaba con las tonalidades del oro y con la oscuridad del barro y la sangre. Su espada, mellada después de tantos golpes, aguantaba deseosa de otra batida.

Desde lo alto de la muralla, habló:

-¡Hijos de Loki! Desterrados por vuestros aborrecibles crímenes, sin conciencia, sin honor, sin honra ni dicha. Vosotros, que intentáis sumir al mundo en las tinieblas del caos, que tratáis en vano desterrar las virtudes de los dioses de estas tierras, desde Finland a Jakobsland*. Yo os digo:¡jamas caeremos!¡no ha nacido el sol para ver caer un baluarte de la valentía!¡no habrá día siguiente para vosotros! Los dioses se han conjurado en vuestra contra. Vuestro infeliz general nada puede hacer. Porque nosotros no caeremos. Jamás. Y yo no pienso darme por vencida...

*Explicaciones:

150* Los números en lo que nos refiere la historia, cuando eran escritos en tratados y sagas tenñian una peculiaridad. Los 150 normalmente eran 100 o bien 200.

Allfödr*: Odín
Ásathor*: Thor de los Ases ( los Ases son los dioses)
Jackobsland*: Tierra de Jacobo= Tierra de Xacobo= Tierra de Santiago= Lo que hoy en día es España y lo que antes era las tierras de galaicos, suevos, astures etc

Próxima entrada pronto!

El primer paso

En fin, pues me cree un blog. Principalmente para escribir lo que yo quiera y compartirlo con quien quiera. Y poco mas, ya os ire contando.
Un saludo!!!!