jueves, 16 de octubre de 2008

Las consecuencias de la lucha (II)

Glen se retorcía las manos en el banco en el que esperaba ansiosa. A pesar de su firmeza, de haber aprendido a guardar las emociones, su corazon se inquietaba por su amigo. Los médicos y druidas llevaban ya mucho tiempo dentro de la sala de curas de oficiales. Apenas se oia un murmullo de fondo, unas voces graves que susurraban una suerte de sortilegios y curas para el guerrero caído.

Glen sostenía en sus manos el abollado y ensangrentado yelmo, con restos de barro y roces de armas. Su aspecto atenazaba el corazón de Glen, imaginándose el aspecto de su amigo, tendido, rodeado de gente pero solo, en la sala de curas.

En ese momento, su marido entró por la puerta de la sala, con su acostumbrado gesto altivo.
- Bien ¿han terminado ya de curar a…ese soldado? Necesito la sala para celebrar la victoria con mis generales –dijo, acentuando el “mis”
- No, aun no han terminado- respondió Glen, apretando los músculos de la mandíbula- aun necesitan más tiempo para reparar todas sus heridas y…
- ¡Es una pérdida de tiempo!- gritó Johannes- ¿tan débil es que no puede recuperarse de una simple batalla? No se porqué lo tienes a tu servicio…-sus palabras destilaban odio y veneno, y sus ojos relampagueaban de ira y envidia.
Glen soltó el casco tranquilamente en el banco, y se levantó con majestad y gracia. Se acercó a Johannes, a apenas un palmo de la cara y le miró a los ojos, calmada, reposada…Inspiró profundamente, con sus facciones sonrientes, mientras el conde la miraba extrañado. Y en ese momento, lo hizo.
-¡MALDITO COBARDEE!- gritó con todas su fuerzas. Su grito resonó en todo el campamento, llegando a oídos de todos, incluso a la tienda de Dagas, que se levantó sobresaltado.
-¿Cómo te atreves a…?- el conde Johannes, atemorizado como un chucho, se echó hacia atrás, hacia la pared, aterrorizado el fuego que desprendían los ojos y el cabello de Glen.
-¿CÓMO ME ATREVO? Me atrevo desde mi posición de Jarlar y amiga de Thorfinn. ¿Cómo tu, repugnante sabandija, te atreves a decir, en modo alguno, que mi soldado es débil?¿Cómo te atreves, infecto ser, a ni siquiera cuestionar la fuerza y el arrojo de mis hombres? Mientras tu, cerdo, te escondías en el sótano y rehusabas de la batalla, nosotros luchábamos contra hordas de enemigos, dejando nuestra sangre y nuestra vida para defender estas tierras. Y tu¿¡QUÉ HACÍAS TU!? Gimotear en lo más profundo del barracón, entre sacos de trigo y odres de vino. ¡Cerdo cobarde!-
-¡No te consiento que me hables en ese tono, MUJER!- y uniendo al palabra al acto, cruzó la cara de Glen de un sonoro bofetón. Los druidas y médicos, que habían salido de la sala, se quedaron petrificados en sus lugares.

Pero estamos hablando de Glen…

Girando el cuello y mirando a los ojos de Johannes, Glen sonrió. En milésimas de segundo, apresó su cuello y sacó su afilada espada, apuntando hacia su yugular. La expresión de terror afloró en los ojos de Johannes
-Jamás, te repito, jamás, me vuelvas a tocar- susurró Glen.- Mi linaje es más alto que el tuyo. Es el linaje de los hechos en la guerra, y los que han conquistado su honor por sus méritos, no por títulos.- Glen bajó más la voz-…nunca vuelvas a tocarme…nunca…
-¡Glen!- un grito cruzó la sala. Dagas, como era habitual, apareció sin que nadie se diese cuenta- Suelte esa espada mi señora…-dijo con voz profunda y reposada- estamos hechos para luchar, no para asesinar…- se acercó hasta la enfurecida valkiria, que aún sostenía con fuerza el cuello de Johannes- Habéis nacido para cosas más altas, mi señora. Templanza…-
Resoplando, dejó de apretar el cuello, y bajó la espada. Johannes se desembarazó de la garra que le oprimía, boqueando y tosiendo, tambaleándose hasta la salida.
-Pagaréis esto, malditos…¡pagaréis!- gritó, aun aterrorizado.
-Mi señor…-susurró Dagas
-¿Qué queréis, soldado?- preguntó el conde, con rabia.
-…pudríos.- fue la escueta respuesta de Daghas.
El conde salió a la carrera.

Glen se sentó abatida en un banco, con la cabeza entre las manos.
-Daghas…yo…
-Tranquila, mi señora. Habéis aguantado mucho durante mucho tiempo. Y ahora son tiempos difíciles. Sois fuerte, pero debéis aguantar más.
-Pero Dagas, yo…

-Por las barbas de Odin, ¿queréis dejaros de gritos y cosas bonitas? ¡Intento descansar!

Los dos guerreros se giraron. Desde el vano de la puerta, un maltrecho Thorfinn, lleno de vendajes, desnudo y apoyado en un bastón, les sonreía campechanamente desde debajo de su barba rubia.

3 comentarios:

Luz dijo...

JAJAJAJAJAJAJA xDDD me ha encantado!!!! continua asi, n serio, scribes de puta madre :P tngo ganas ya d saber la continuacion, q los caps se me hacen muy cortos!! ^^

Dani_Rocker dijo...

Una vez más tio, enhorabuena, esta muy guapa la entrada!
Sigue así que hay ganas de ver como continua la historia :D

Mistery Damned Devil dijo...

Voy a empezar com tu a solicitar un personaje, ta mu bien ^^